Hábitat, espacio público y territorio
El hábitat humano cuya acción refiere al habitar, comprende aspectos físico-ambientales,
sociales, culturales, funcionales, políticos, administrativos, principalmente, e involucra
diversidad de actores con múltiples intereses que participan en la apropiación del
espacio (Liceda, 2019). El espacio por sí mismo existe, no requiere de límites concretos y rígidos, es
el ser humano quien se lo apropia y transforma, le asigna un carácter social, reflejando
la complejidad física, mental y social del habitar (Lefebvre, 1991: 21). Al habitar se territorializa un lugar a través de las prácticas sociales que refieren
a las acciones y relaciones que producen hábitos cotidianos y determinan el sentido
de pertenencia y la apropiación (Miranda, 2019), aunque “no todo territorio cobra el sentido de un hábitat” (Echeverría, 2011: 3), en cualquier caso, hábitat y territorio están correlacionados de manera dialéctica.
El territorio que cobra el sentido de un hábitat “connota apropiación, dominación,
defensa, pertenencia e identidad sobre un espacio, con límites claros y concretos;
hace referencia a la posesión y al control y apropiación” (Fernández y De la Vega, 2017: 2), interfieren la historia, la cultura, el medio ambiente natural y construido, y
comprende “las pautas sobre las que se ha establecido dicho control y apropiación
por parte de grupos sociales que le han otorgado un sentido jurisdiccional, de pertenencia
y, sobre todo, de cambio o transformación a lo largo del tiempo” (Fernández y De la Vega, 2017: 2). En particular, la apropiación remite a reordenar el espacio a partir de relaciones
de poder y códigos-normas-contratos que de alguna manera están influenciados por el
Estado (Liceda, 2019).
El territorio establece “un sistema complejo en el que interactúan las diferentes
dimensiones de la vida social” (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2011: 14). De esta manera, la dimensión política de la vida social incide en las actividades
y relaciones cotidianas que se visibilizan en lo público material y de representación.
Al respecto, Hanna Arendt (citada por Rabotnikof, 2011: 265), menciona que “el espacio público es político, pero desde la sede de una de las
caras de la política -la que tiene que ver con compartir el mundo, actuar en concierto
y fundar una comunidad-”, caracteriza el otro poder “a verdaderas sociedades políticas
que, a través del acuerdo de la acción, generan poder y reivindican derechos sin pretensión
de soberanía”, como es el caso de las organizaciones con base comunitaria.
De esta manera, el espacio público del territorio es el escenario donde se construye
la vida social en las diversas dimensiones y aspectos del hábitat, en un actuar comunitario
a través de prácticas sociales que expresan tanto las diversidades de apropiación
y uso como las contradicciones y las disputas, “donde se construye la memoria colectiva
y se manifiestan las identidades múltiples [...] que relacionan a las personas […]
y su decadencia pone en cuestión la posibilidad de ejercer el derecho a la ciudad”
(Borja, 2014: 340). Como espacio percibido, vivido y concebido subraya su carácter de espacio social
(vida social) (Lefebvre, 1974) que coadyuva a construir el tejido social, el cual
es entendido como aquel que se fortalece a través de las prácticas, las experiencias
vividas y construidas al fomentar la convivencia por medio de formas solidarias y
de apoyo, que retroalimentan las relaciones humanas y afianzan el vivir en comunidad
(Téllez, 2010). Así, los espacios de convivencia son el sustento de las relaciones y actividades
sociales que nutren y generan la vida comunitaria, soportan la cotidianeidad y aseguran
la pertenencia y la identidad (Ferreti y Arreola, 2012). De acuerdo con Maffesoli (1998), la identidad significa que un individuo es parte de un grupo con características
específicas y concretas, la cual se expresa en la vida cotidiana a través de las diversas
formas de apropiación y uso del espacio público.
En tal contexto, las transformaciones derivadas del capitalismo neoliberal han originado
una limitada integración socioespacial entre la dinámica local y global con la implementación
de políticas de carácter mercantil materializadas en megaproyectos, cuyo efecto ha
sido la fragmentación urbana (territorio), que de acuerdo con Vidal (1997: 5) significa la “tendencia de la estructura de la ciudad [o del territorio] hacia una
pérdida de la coherencia y cohesión del todo a causa de una disociación de las partes
que la componen”, lo cual implica también el deterioro del tejido social. Por tanto,
el territorio fragmentado se encuentra regido por el principio de exclusión y la reducción
de la existencia de lugares de encuentro universal (Kozak, 2011) que condicionan la sociabilidad.
El problema de la fragmentación socioespacial amerita el estudio de los factores cualitativos,
a través de categorías de análisis para abordar el tejido social, esto es, lo comunitario.
Este último es imprescindible para entender los efectos sobre el territorio en su
carácter de espacio social y físico, que en cierto modo se encuentra entre lo rural
y lo urbano de la zona estudiada, por ello, se aborda bajo dinámicas de la vida cotidiana
del sujeto social de acuerdo con los enfoques que se exponen a continuación.
Entre lo rural y lo urbano
Desde el enfoque espacial funcional, lo rural (campo) en la periferia se entiende
como aquel que cuenta con elementos difusos de lo urbano que en parte son necesarios
para el funcionamiento de la ciudad, esto es, se trata de un ámbito de transición
gradual. Según la cual ambos espacios reciben y aportan elementos que construyen una
dinámica metropolitana, por lo que existe una constante readecuación del territorio
en formas híbridas que conjugan características tanto rurales como urbanas (Ávila, 2011; Ramírez, 2003). Por lo anterior, se alude al espacio periurbano y los espacios limítrofes considerados
como un territorio de “interfase entre dos tipos geográficos aparentemente oposicionales
y bien diferenciados, el campo y la ciudad” (Barsky, 2013: 28), cuya delimitación es compleja y cambiante, con una gran diversidad de usos del
suelo en gradientes difusos de lo urbano hacia zonas rurales contiguas (Obeso-Muñiz, 2019). En cuanto al análisis espacial funcional, se remite a la investigación realizada
por Ferreti y Arreola (2012) acerca de las propiedades morfológicas y funcionales del tejido urbano en relación
con el tejido social, partiendo de tres elementos: confluencia, flexibilidad y superposición
de funciones; la compacidad espacial y representativa; y la legibilidad de los itinerarios
y los elementos significativos. Además, toma en cuenta aspectos de tipo morfológico
para conocer la complejidad de relaciones y su lectura en la realidad construida y
propone cinco categorías para la comprensión del tejido urbano-rural; así, en la presente
investigación se retoma lo que concierne a la categoría permeabilidad, considerada
“muy habitual en los tejidos abiertos”, que en términos operativos refiere a la accesibilidad
en lo que respecta a la distancia, el tiempo y el costo para el desplazamiento en
cuanto a las posibilidades de relación física y social. Se suman los espacios de cultura,
deporte y esparcimiento que conforman la base utilitaria desde el punto de vista objetivo
del espacio de convivencia bajo la perspectiva institucional.
Desde el enfoque sociocultural (Lezama, 2002: 3), “lo rural se asocia con la conservación y desarrollo de valores que tienen como
base el bienestar de la comunidad, la religión y la homogeneidad de sus habitantes,
entre otras características”, o sea, reivindica las prácticas socioculturales en razón
al sentido de pertenencia y la identidad vinculados a la vida cotidiana, las costumbres
y festividades locales. Un estudio realizado por Giménez (2005: 17-19) aborda la relación entre lo sociocultural y lo territorial en Valle de Atlixco, Puebla,
el cual confiere sentido al entorno para construir la identidad colectiva y para analizarla
propone dos estados o modos de existencia de la cultura, vinculados con el sentimiento
de pertenencia socioterritorial: el “estado objetivado como objetos, instituciones
y prácticas directamente observables; y el estado “subjetivado” o internalizado que
remite a las representaciones sociales y habitus” (p. 17) que sirven como referente
de percepción de la realidad y como guías de orientación para la acción. Por una parte,
el aspecto objetivado de la cultura distingue dos casos: el primero “comprendería
tanto los geo símbolos y los bienes ambientales, como los paisajes rurales, urbanos
y pueblerinos, las peculiaridades del hábitat, los monumentos, la red de caminos y
brechas, los canales de riego y, en general, cualquier elemento de la naturaleza antropizada”
(p. 17); la segunda se refiere “al área de distribución de instituciones y prácticas
culturales específicas y distintivas como el comportamiento, los trajes regionales,
las fiestas del ciclo anual y los rituales específicos del ciclo de la vida, las danzas
lugareñas, la cocina regional, las formas lingüísticas” (p. 17), entre otros. Por
otro lado, el aspecto subjetivado o las formas internalizadas de la cultura refieren
al territorio apropiado como objeto de representación y de apego afectivo y, sobre
todo, como símbolo de identidad socioterritorial. Así, para el desarrollo de la dimensión
sociocultural se retoman los aspectos objetivado y subjetivado, debido a que reivindica
las prácticas, las experiencias vividas y construidas vinculadas a la construcción
del tejido social en el territorio que permite entender la connotación de las prácticas
socioculturales.
Desde la perspectiva económica, Echeverría (2013: 39 y 40) menciona que la causa de la distinción entre lo rural y lo urbano radica en que el
hombre adjudica a determinadas zonas de su territorio el predominio del tiempo rutinario
y a otras el predominio del tiempo extraordinario. La temporalidad rutinaria reproduce
fielmente una identidad establecida, remite a lo que las personas repiten de su socialidad,
es decir, a las acciones y relaciones que significan su modo de vida de acuerdo con
códigos propios, “allí donde los momentos de la producción y el consumo son predominantes
surge el estatus de lo rural” (Echeverría, 2013: 17).
El tiempo de lo extraordinario es aquél vinculado a la capacidad política y económica
del hombre caracterizada por la constante transformación en rompimiento de lo rutinario,
y afirma la capacidad de los seres humanos de inventar de manera libre formas propias
y de su mundo (Echeverría, 2013); así, en el espacio urbano (ciudad) “se concentra la actividad circulatoria de los
bienes producidos a través de la cual se conectan las dos fases del proceso de reproducción
social, la producción y el consumo” (Echeverría, 2013: 45). De esta manera, la perspectiva económica se retoma como referente transversal para
analizar las actividades y las relaciones sociales que otorgan sentido de pertenencia
e identidad al hábitat, vinculado a las decisiones institucionales y la cotidianidad
de la comunidad.
Metodología
Para llevar a cabo la investigación se propone la metodología basada en la producción
horizontal de conocimiento (PHC) que “se caracteriza por la búsqueda de conceptos
novedosos que permitan entender nuevas realidades” (Corona de Bak, 2019: 13) con base en las narrativas de los diversos sujetos individuales y colectivos. En
tal sentido, el ámbito público es donde las personas se muestran y se reconocen ante
los demás, por lo que es idóneo para la construcción de respuestas a las preguntas
planteadas.
De acuerdo con Corona de Bak (2012), tal horizontalidad remite a considerar tres ejes: el conflicto generador, que trata
de un encuentro en la intersección de diversos enfoques y modos de ver el mundo, que
pueden ser aquéllos de distintas disciplinas o las voces externas a la investigación
académica y permite la expresión de las necesidades propias y ajenas, “se enfrenten
las disputas y se encuentren formas nuevas y negociadas de vivir juntos” (p. 31);
la igualdad discursiva que refiere a “establecer condiciones de equidad y construir
conocimiento mutuo” (p. 35); y la autonomía de las miradas, que “aspira a que cada
uno exprese su voz de acuerdo con los propios lenguajes y los contextos” (p. 41).
Respecto al problema de estudio, el conflicto generador de la zona de estudio destaca
por estar vinculado a la histórica defensa de la tierra a través de costumbres, tradiciones
y expresiones de resistencia, en representación de los valores sociales a partir de
intereses comunes para generar soluciones bajo la participación colaborativa. La igualdad
discursiva surge en la vida cotidiana por medio de acciones y relaciones que conforman
las prácticas sociales manifestadas en su interacción horizontal con el investigador,
a través del diálogo de saberes y las entrevistas con voces alternas de la cotidianidad
que expresan las dinámicas asociadas al hábitat a través de los modos de vida. De
esta forma, la autonomía de las miradas se desarrolla bajo la expresión materializada
de las costumbres de origen religioso, sociales y culturales, donde el sincretismo
originado durante la colonización es base del lenguaje y el contexto actual.3
Las voces alternas refieren al sujeto social que “se complementa como ’humano’ mediante
la autoformación individual y colectiva en la medida en que se da forma a sí mismo
y a su existencia colectiva, a su socialidad, con lo cual establece su determinación
política” (Echeverría, 2013: 13), esto es, para establecer las formas de actuar en concierto y hacer comunidad. Se
trata del “campesino/a” como un actor social heterogéneo,
[…] plural, constituido -debido a su vínculo con su territorio- por individuos rurales
vinculados al campo y la ciudad, que son hombres, mujeres, ancianos y niños: campesinos,
tamaleros, costureros, neveros, merengueros, loneros, obreros, maquiladoras […] estudiantes,
amas de casa, comerciantes, profesionistas, etcétera (Camacho, 2008: 26).
Se elige la muestra de casos-tipo y por conveniencia de disponibilidad (Miles y Huberman, 1994; Creswell, 2005), en este caso se trata de ocho entrevistas abiertas (tres mujeres y cuatro hombres)
que se acompañaron con recorridos de campo, a partir de una pregunta detonante y la
técnica de “bola de nieve”, en junio y julio de 2021.4 La muestra final se determina cuando los casos que van adicionándose no aportan información
o datos novedosos, por lo que el número de entrevistados se estableció con base en
la saturación de contenido en las respuestas (Mertens, 2005). También se ha realizado revisión documental y literatura de carácter histórico,
social, político y cultural. Además, se ha llevado a cabo la exploración de mapas
para la identificación del espacio público en sus diversas tipologías y la infraestructura
vial de interconexión entre ellas, que se complementa con el trabajo de campo e incluye
la observación directa durante la cual se identificaron las actividades y relaciones
sociales, a lo que se suma la consulta de fuentes estadísticas oficiales.
Discusión y resultados: territorio y representación del hábitat
Dimensión espacial funcional: accesibilidad y permeabilidad
Para abordar la representación de hábitat en el territorio se parte de la dimensión
espacial funcional, esto es, la distribución tomando como punto de partida el tamaño
poblacional de los asentamientos humanos. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía
e Informática (INEGI, 2020: 3) categoriza lo rural y lo urbano considerando la cifra de 2,500 habitantes (hab.)
como tope para tipificar las localidades como rurales, independientemente de los aspectos
económicos, culturales o sociales. A partir de tal referente se puede decir que, en
términos funcionales la zona de estudio está conformada por ocho localidades urbanas
y ocho rurales (Tabla 1): el total de la población es de 75,489 habitantes (hab.), cuya densidad es de 9
hab./ha.5
Tabla 1. Datos demográficos
Localidades urbanas y rurales
|
Cantidad de población (hab.)
|
Porcentaje respecto al total
|
Urbanas: Colonia El Salado
|
8,445
|
11.19
|
Granjas Ampliación Santa Rosa
|
8,992
|
11.91
|
La Pastoría
|
3,649
|
4.83
|
Nueva Santa Rosa
|
6,345
|
8.40
|
San Cristóbal Nexquipayac
|
7,744
|
10.25
|
San Salvador Atenco
|
19,823
|
26.26
|
Santa Isabel Ixtapan
|
5,548
|
7.35
|
Zapotlán
|
4,137
|
5.48
|
Rurales: Ejido de Nexquipayac, Ejido la Magdalena Panoaya, Ejido San Salvador Acuexcomac
(Ejido la Purísima), El Amanal, Francisco I. Madero, Hacienda la Grande Fracción Uno
y Los Hornos (El Presidio).
|
10,805
|
14.31
|
Total
|
75,489
|
100.00
|
Atenco tiene una superficie de 8,707.00 ha, de las cuales 4,948.32 ha (56.83%) corresponden
a usos suelo como pastizal halófilo, tular, vegetación secundaria (halófila hidrófila),
sin vegetación y los cuerpos de agua; 3,291.63 ha (37.80%) son para uso agrícola,
los tipos de riego anual y de temporal son los predominantes; y 467.05 ha (5.36%)
corresponden a asentamientos humanos (INEGI, Censo de Población y Vivienda; y Marco
Geoestadístico Nacional, 2020). Tales datos demuestran que el asentamiento humano
tiene un porcentaje mínimo de ocupación de suelo, aunque se concentra principalmente
en las localidades urbanas, ocupando el mayor porcentaje relativo a la localidad de
San Salvador Atenco con el 26.26% (19,823 hab.). Éste se encuentra conurbado al municipio
de Texcoco, que lo provee de servicios y equipamiento urbano especializado; más aún,
guarda interrelación con la zona metropolitana de la Ciudad de México, como se expresa:6
Un día normal en Atenco es cuando te levantas y bueno aquí hay mucha gente que trabaja
en la Ciudad de México y que estudia, afortunadamente sí hay gran cantidad de profesionistas
aquí en Atenco que son egresados de la UNAM, del Politécnico, de la Universidad Metropolitana,
pues son, sí son los que salen […] (H4-ATE, 2021).
En la vida cotidiana, hay un porcentaje de la población que trabaja en la cdmx, es
la gente que se levanta a las 4 ó 5 de la mañana y tiene que tomar el autobús, ya
sea hacia San Lázaro, hacia Indios Verdes y hacia la zona sur que es hacia Los Reyes.
Tenemos el otro sector de la población que hace su vida más cercana en la zona de
Texcoco, zona de Ecatepec, igual, la que suele trabajar fuera. Gente que se dedica
al campo, la dinámica es hacia atrás, hacia los ejidos […] (H7-ATE, 2021).
El desplazamiento cotidiano de estudiantes y profesionistas a la Ciudad de México
y a otros municipios del Estado de México refiere a una dinámica regional vinculada
a oportunidades educativas y laborales que involucra la hibridación de la cultura
en contexto del intercambio cotidiano en la dicotomía global-local (García, 2002), pues en tal interrelación se incrustan nuevas representaciones que se mezclan con
los valores tradicionales de origen; esto forma parte de la evolución de las comunidades
que mantienen relación estrecha con las zonas urbanas.7
Ahora bien, teniendo en cuenta que la relación entre costumbres, usos y tradiciones
y su
reflejo en los equipamientos culturales, deportivos y de esparcimiento, como
formas de apropiación a través de la expresión del contexto cultural del sujeto
social, en este sentido, como primer paso se realiza el análisis de la
distribución espacial del equipamiento, en razón de las actividades y relaciones
sociales que en específico emergen de la convivencia, pues ésta de cierta manera
propicia interacción social, sentido de identidad y pertenencia a un grupo
social (Rodríguez y Sandoval, 2010:
248).
Se identifica la red de equipamiento en conjunto con la infraestructura vial (primaria,
secundaria y terciaria), clasificándose en deportivo, cultural, lúdico y recreativo,
cívico y religioso. Esto debido a que la población hace uso de ellos para fines diferentes
a lo establecido por las instituciones, son apropiados para llevar a cabo fiestas
patronales (mayordomías), rituales religiosos y juntas comunitarias. Esto es, las
instituciones adecuan al sujeto como formas de poder desde la construcción de objetos
urbanos con un uso occidentalizado que se plasma en una normativa; sin embargo, los
sujetos deconstruyen estas dinámicas impuestas mediante la apropiación y uso en el
que plasman su identidad y orígenes. En Atenco, el equipamiento deportivo, cultural
y recreativo es de 294,226.97 m2, a lo que se suman las plazas de las iglesias por su importancia en las festividades
religiosas, con un total de 295,843.05 m2 (Figura 1).
Figura 1. Equipamiento deportivo, cultural y esparcimiento, Municipio de Atenco
Fuente: Elaboración propia con base en datos del INEGI y calculo geo estadístico de
superficies.
Si sólo se toma en cuenta la superficie de la oferta de áreas deportivas, culturales
y lúdicas recreativas en la zona de estudio, esto es, de los espacios dedicados a
este tipo de infraestructura y equipamiento, su superficie total es de 294,226.97
m2, lo que significa una tasa de disponibilidad de 3.89 m2 por habitante. Ahora bien, la distancia promedio entre la zona de vivienda más alejada
a cada una de las áreas mencionadas es de tres o cuatro kilómetros. En cuanto a la
movilidad para tener acceso a cada equipamiento, el tiempo promedio de espera y traslado
es de 10 a 15 minutos y la modalidad común es a través de mototaxi, con un costo de
10 a 12 pesos por persona por cada viaje directo. Los entrevistados expresan que muchas
veces es mejor caminar, pues contemplan un intervalo de 20 minutos. En tal panorama,
es importante mencionar que los efectos de la red de equipamiento e infraestructura
en las prácticas sociales y viceversa van más allá del diagnóstico cuantitativo, pues
se vincula con trayectorias interrelacionadas con la vida cotidiana, tradiciones,
costumbres y festividades patronales como la mayordomía, lo cual se desarrolla en
lo subsiguiente.
Dimensión sociocultural y económica
Para analizar las voces cotidianas alternas y saberes en igualdad discursiva del sentido
de pertenencia e identidad vinculadas a las prácticas sociales (actividades y relaciones)
de apropiación y uso, se parte de entender las pautas sobre las que se han establecido
en el hábitat, como se desarrolla en lo subsiguiente.
Apropiación utilitaria y funcional
Como se ha mencionado, el conflicto generador en Atenco se interrelaciona con los
efectos de las transformaciones de la política neoliberal que coadyuvaron a la expropiación,
al proceso facilitador para el cambio de uso de suelo ejidal a dominio pleno y la
compra de tierras baratas para su posterior valor especulativo en contexto de un megaproyecto
(el NAICM). Situación que ha derivado pautas de control y apropiación a través de
la resistencia y la reproducción de las costumbres y las tradiciones por parte de
los pueblos originarios. De ahí que confluyen diversos enfoques y modos de ver y gestionar
el territorio por parte de las instituciones, la iniciativa privada y los mismos habitantes
de la zona de estudio, cuyo enfrentamiento y disputa han dado lugar a nuevas formas,
expresiones y decisiones que los habitantes refieren:
[…] saber ¿cuál es el territorio adonde le dicen federal?, ¿por qué federal le llaman?
Inicialmente nuestros antepasados éramos dueños de todo esto, pero viene una política
y ahora le llaman federal. “no que no hay que tocarlo porque es terreno federal”.
¿Quién es el gobierno federal? Siempre me he preguntado ¿quién es? ¿Ustedes? ¿Nosotros?
Si es cierto, el pueblo es el gobierno, pero cuando entra alguien, ayer o antier que
venimos, los policías bien arrogantes, nos ven así [gesto de soberbia] (H2-ATE, 2021).
Remite a la exclusión de los pueblos en las decisiones como uno de los factores que
han originado la desconfianza en las instituciones, cuyas consecuencias adversas generan
el conflicto, vinculado sobre todo a la ruptura del tejido físico a través de la compra
y venta de tierras y el efecto inminente sobre el tejido social entre los habitantes
de Atenco. En tal sentido, Simmel (2013) expresa que el conflicto surge cuando se manifiestan diferencias que no sólo facilitarán
que el todo supere divergencias internas y distanciamientos entre sus miembros, sino
que sus relaciones internas ganarán en claridad y firmeza. Esto se observa en las
agrupaciones que aún no acceden al grado de objetivación del Estado en lo que concierne
a las formas institucionales derivadas de las transformaciones jurídicas y programáticas.
Justo, la región nororiente de la cuenca de México (RNCM) es un referente de identidad
histórica y cultural ligada a tradiciones y costumbres derivadas del sincretismo prehispánico
y colonial,8 en particular, a la tierra, que los españoles etiquetaron como “ejido” a las diversas
organizaciones indígenas que se han reinventado desde la Constitución de 1917, ejecutado
por Cárdenas en 1930 y reformulado en 1992 (Esteva, 2012).
En cuanto a la dimensión económica, en la zona prevalece la agricultura tradicional
para el autoconsumo y subsistencia de la población local, esto es, desde un contexto
metropolitano, el “97% de las unidades de producción son de menos de cinco hectáreas
que se expanden sobre zonas boscosas y a menudo en laderas” (POZMVM, 2011: 50),9 sólo 28% de la producción es comercializada, y la actividad pecuaria es de tipo pastoreo
extensivo sobre pastizales (Fernández y De la Vega, 2017: 5). De esta manera, un habitante afirma:
[…] ver de qué nos vamos a mantener los Pueblos, lo dije, no tenemos, y lo grito ¡no
tenemos grandes industrias, no tenemos servicios!, lo único que tenemos compañero,
es agricultura ¡y no se le está poniendo atención a la agricultura! (H3-ATE, 2021).
[…] a partir del aeropuerto entró mucha gente que recibió dinero, hizo locales, ya
hay como muchas zonas de comercios. La entrada principal hay muchos locales, está
invadido, ya todos ponen negocios […] (H4-ATE, 2021).
De ahí en fuera, hay varios sectores de la población, gente que se dedica a la costura,
tiene sus negocios en la comunidad, otros negocios propios que tienen aquí en la comunidad
varía, como en todos lados. Desde el carpintero, el electricista, el de la tiendita
de la esquina, el de la papelería, o sea hay de todo. Los que salen de aquí, los que
se quedan aquí, los que tienen negocios aquí. La mayoría de aquí nos dedicamos a una
profesión o somos comerciantes, es a lo que se dedica la mayor parte (H7-ATE, 2021).
Es evidente el predominio del carácter rutinario sustentado en la producción y el
consumo, más que a la actividad circulatoria de los bienes producidos, lo cual se
vincula con lo rural del territorio (Echeverría, 2013). Ahora bien, la lucha por la tierra ha significado la defensa de la “comunidad tradicional”
y la memoria histórica del pueblo (Quintana, 2019), destacando el rol de la comunidad como heredera y continuadora de los valores y
tradiciones. Predomina el carácter rural que confiere particularidades a cada localidad
al formar parte de un territorio complejo de constantes gradientes en la transición
entre lo rural y lo urbano, en una intersección donde algunas industrias pueden encontrarse
en localidades consideradas rurales por el tamaño de la población.
Las voces alternas de la vida cotidiana expresaron puntos de vista que hacen referencia
al aspecto objetivado de la cultura en cuanto a un bien ambiental que es peculiar
del hábitat de la zona, y ha sido objeto de intervención humana en diferentes etapas
históricas, como se afirma:
[…] es parte de nuestro origen [haciendo referencia al ex Lago de Texcoco], que nuestros
antepasados trabajaron para preparar la tierra, y se pudiera sembrar, las vacas acuáticas
allá pasteaban y había peces, sí […] ahora el aire tiene polvo, esto de la modernidad
sólo ha acabado con todo, nuestros cultivos sin fertilizantes […] ya no podemos hacer
lo de antes, donde muchos convivíamos [...] (H5-ATE, 2021).
Aluden a la importancia funcional que tiene el ámbito paisajístico en la comunidad,
involucrando “el manejo y apropiación de los espacios físicos y simbólicos para dar
lugar a distintas ideas de sociedad” (Téllez, 2010: 19), en razón de las transformaciones físicas llevadas a cabo por agentes externos que
han modificado las formas de apropiación y uso del hábitat, que denotan la fragmentación
social y cultural. A tal efecto se suman el conflicto y su relación con las diferencias
trasladadas al territorio físico, tal como enuncian ciertos habitantes:
Las cosas a partir del aeropuerto se pusieron muy mal, porque muchas familias por
intereses personales […] se quedaron con los terrenos para venderlos […] y dejaron
a otros de la familia sin nada […] vino a desestabilizar la convivencia en Atenco
[…] (H4-ATE, 2021).
La mitad, nos dividimos, yo sí quiero el aeropuerto, yo no, y así muchas cuestiones,
las familias se separaron, se pelearon entre ellas. Algunos querían vender sus terrenos,
otros no y así empieza, cuando empezó ya lo del aeropuerto (H5ate, 2021).
El problema más fuerte empezó con lo del aeropuerto […] muchas familias se separaron
[…] unos se iban por un grupo, otros con el otro grupo, se rompió la trama social
[…] hasta la fecha hay familias que no se hablan […] (H6-ATE, 2021).
Aquí viene el deterioro del tejido social a raíz de todos los hechos ocurridos en
la comunidad de Atenco. Aquí en Atenco el cambio fue demasiado brusco por este tema
de la ruptura del tejido social […] Es un cambio demasiado acelerado y muy marcado
¿por qué? […] No fue un cambio evolutivo, fue rápido […] (H7-ATE, 2021).
[…] la gente llega a ver a su comunidad de manera diferente y la obliga a dejar ciertas
actividades, costumbres y dinámicas para adaptarse a lo que requieren los agentes
externos que empiezan a involucrarse en la comunidad […] (H7-ATE, 2021).
A partir de intereses personales, tanto de personas que son de la comunidad como de
personas externas que llegaron y se convirtieron en parte de la comunidad. La gente
de la comunidad que vio por sus intereses y vio la oportunidad de crecer económicamente,
más en su beneficio, no en beneficio de la sociedad comunal […] Al exponer a una comunidad
inexistente hasta ese momento con un amplio territorio virgen, lo que haces es ponerlo
en la mira de empresas, mucha gente dice “sabes que ahí va haber algo, comprar un
terreno […]” y comienza este agente externo de personas, ideologías y gente que comienza
a cambiar la dinámica social […] (H8-ATE, 2021).
La construcción del megaproyecto (NAICM) tuvo como efecto la disociación de los terrenos
que estaban en propiedad de los pueblos originarios, debido a perspectivas divididas
en cuanto a la ocupación y posesión de la tierra, que ante las transformaciones al
artículo 27 de la Constitución facilitó la conversión a dominio pleno (Gómez de Silva, 2016). Tal situación se llevó a cabo en un contexto que confrontaba la representación
del espacio, por una parte como valor de cambio y, por otro, asociado con el valor
social: se dividieron opiniones y acciones, pues algunos miembros de los núcleos de
población agilizaron el cambio a dominio pleno y vendieron, mientras otros conservaron
la propiedad ejidal. De tal suerte que se configuró un entramado heterogéneo de tipos
de uso de suelo, que más allá de la fragmentación espacial tuvo consecuencias en las
relaciones y actividades familiares y sociales que transfiguraron las formas de convivencia.
También, la llegada de agentes externos con visión especulativa detonó la expansión
urbana, como lo demuestran los datos estadísticos. De acuerdo con el INEGI (Censo de Población y Vivienda, y Marco Geoestadístico Nacional, 2020), en 1995 la población total del municipio de Atenco era de 27,988 habitantes y la
tasa de crecimiento hasta el año 2000 fue del 13.57% (6,447 hab.), para 2005 aumentó
a 17.18% (8,304 hab.) y en 2010 fue de 28.43% (13,504 hab.); más aún, en lo que corresponde
en la última década la tasa de crecimiento aumentó en 40.51%, lo cual corresponde
a 75,489 habitantes en total hasta la actualidad. Los datos demuestran que el arribo
de externos aumentó en los últimos 10 años de manera considerable, lo cual se vincula
con lo expresado a continuación:
Por los trabajos del aeropuerto llegaron personas de fuera como de Sonora, Sinaloa,
algunos se han quedado y desconocen muchas costumbres […] (H4-ATE, 2021).
[…] pero como te digo después del aeropuerto vino mucha gente a la comunidad y ellos
son entonces los que están cambiando nuestras costumbres […] (H5-ATE, 2021).
Apropiación simbólica y cultural
La situación mencionada ha transformado las prácticas sociales vinculadas a la convivencia
en el espacio público, a saber, anteriormente la celebración de las mayordomías se
realizaba en espacios abiertos.10 En la actualidad se ha tenido que desplazar al espacio privado como mecanismo de
defensa ante la población que recientemente ha llegado a Atenco y desconoce el significado
de la ceremonia, por lo que de manera deliberada asume un comportamiento diferenciado,
como se enuncia:
Al insertarse agentes externos en una comunidad que tiene una dinámica clara que todo
mundo conoce. El ejemplo de la mayordomía. Hoy la gente tiende a cerrarlo a la privacidad,
porque llegan estas personas y no entienden la dinámica social y no les interesa […]
lo que hacen es llegar a deformarla como ellos quieren y entiendan o las costumbres
que ellos traen. Otro ejemplo, la fiesta de Carnaval, piensan que es para echar relajo,
cuando en realidad no entienden el contexto histórico y cultural […] sólo llegar a
cambiar las cosas […] Hace años era abierto a todos hasta donde alcanzara la comida.
Antes en las calles, un terreno baldío, donde sea, antes sabías que era gente de la
comunidad (H8-ATE, 2021).
Antes no había necesidad de cerrarlo [se refiere al espacio para comer durante la
fiesta de mayordomía] ¿por qué? [...] La fiesta se hacía en grande y no tenías que
delimitarlo porque la gente sabe que, si a tal familia le corresponde, ellos van a
invitar únicamente a su familia y si te llegan a invitar eres bienvenido […] Sabes
que el hecho de que te inviten implica que te están pidiendo la ayuda comunal […]
(H2-ATE, 2021).
La mayordomía es un componente que tiene un papel importante en la formación del ser
cultural de la comunidad, “participar en la mayordomía acredita o reafirma al participante
como miembro de la comunidad” (Torres, 2005: 1), esto es, representa un referente de sentido de pertenencia e identidad, pues comprende
la colaboración y la convivencia más allá de los términos preestablecidos por el orden
institucional a través del equipamiento deportivo, cultural y recreativo (Figura 2). En particular, en tal celebración las diferencias entre las familias y cada uno
de sus miembros pasan por alto, ya que el hecho de ser reconocidos como parte de la
comunidad por haber cumplido y servido es más importante para mantener el prestigio
y ser tomado en cuenta en lo subsiguiente, aunque marca el hecho de exclusión del
extranjero. También se expone:
Los conflictos siguen, ¿no?, pero ya cuando se trata de la Iglesia todos respetan,
cuando se trata del Carnaval todos son amigos ¿no?, y digamos que para las fiestas
todo el pueblo se une y esa unión nos gustaría verla cuando hay algún conflicto y
exigir tus derechos […] (H4-ATE, 2021).
Figura 2. La mayordomía
Fuente. Elaboración propia, 2021.
En cierta medida, la convivencia es un mecanismo para disuadir el conflicto debido
a que fomenta la colaboración y la solidaridad, sobre todo desde el aspecto religioso
y cultural, elementos imprescindibles en la construcción de comunidad. Asimismo, se
llevan otras prácticas sociales de integración y bien común, como se argumenta:
Cuando ya te metes dentro de la comunidad, necesitas, que te gusta, maíz “ahhh ahorita
maíz todavía tiene doña no sé quién, ahh pues es la esquina de doña no sé quién”,
que necesitas frijol, “ahhh él sembró frijol apenas en este año, él ha de tener frijol,
ve a ver”, “no, que ya no tengo, ve con tal persona, él también sembró frijol”, ¿¿quién?”,
“no, que necesito el sorgo […] él está produciendo”, “que compré animalitos y necesito
la alfalfa, oye estás sembrando alfalfa, necesito que me pases a dejar alfalfa”, “pasa
a dejar alfalfa a las casas donde todavía tienen animales y ocupan la alfalfa” […]
ya no es tan visible a cómo eran los recuerdos de mi infancia; sin embargo, aún existe
este tema, lo que es en la comunidad de Atenco (H7-ATE, 2021).
[…] la gente normal, las amas de casa en la vida cotidiana, el mandado, ya sabes a
las 9, aquí no abren tan temprano los negocios, abren como a las 9 ó 10 de la mañana,
que para el desayuno, que para la comida, que te encuentras a la comadre en la carnicería,
en la tortillería, cuando vas en la calle te encuentras a alguien conocido. Los lunes
son del tianguis, y de ahí en fuera, la vida cotidiana es así (H7-ATE, 2021).
El habitar desde la vida cotidiana reactiva todos los recursos, habilidad que es necesaria
para intercambiar y/o comprar productos de primera necesidad generados de manera local
de acuerdo con las posibilidades de cada miembro o grupo de la comunidad. De esta
manera, se convierte en una dinámica iterativa a partir de acciones que involucran
la afectividad y los recursos, capaz de leerse e interpretarse como significantes
de la comunidad que alude al lugar de producción para el autoconsumo. En paralelo,
se construye una mixtura de significados entre lo religioso, las necesidades básicas
y rituales específicos, como un habitante describe:
[…] 15 mayo, San Isidro labrador, el comisariado ejidal organiza la fiesta donde visitan
los pozos. A las 7 am se va a la iglesia, cuando termina la misa, con banda de música
comienza el recorrido a los pozos, se lleva el santo, el rezandero, se agradece. Los
del pozo se preparan con comida, tamales, cervezas, refrescos, café, alguna cosa se
ofrece a la gente. Un grupo de personas están a cargo de cada pozo, checar que estén
funcionando bien y el día de riego para cada persona. Todos van en carros, tractores,
bicicleta o caminando, de pozo en pozo […] se termina en el parque ejidal, llevan
su comida, para guisar, prender sus tlecuiles, asan carne, es la convivencia familiar
en torno al campo […] Se pide que el año sea con lluvia para sembrar la tierra (H4-ATE,
2021).
Tales prácticas forman parte de las experiencias vividas, más allá del significado
religioso y la función operativa del pozo, el cual es un elemento detonador de convivencia
a través de la colaboración y las formas solidarias que afianzan el vivir en comunidad
y obtener un recurso natural indispensable para la subsistencia humana. De ahí que
los recorridos y las actividades al aire libre vinculados al campo forman parte del
sentido de pertenencia a través de diversas formas de apropiación del espacio público
que fortalece el tejido social. En este caso la convivencia se concibe como una reunión
cálida de vecinos como sociedad convivial, que se entiende como “aquella en que la
herramienta moderna está al servicio de la persona integrada a la colectividad y no
al servicio de un cuerpo de especialistas” (Illici, citado por Esteva, 2012: 181), esto es, forma parte del apego afectivo como símbolo de identidad socioterritorial,
que involucra aspectos objetivados como los bailes, las fiestas del ciclo anual y
los rituales específicos del ciclo de la vida, las danzas, la comida entre otros,
como se expone:
La fiesta más grande es el 6 de agosto, Iglesia el Divino Salvador, hay bailes de
santiagos, vaqueros y sembradores […] El último día los sembradores regalan frutas
y otros productos de la cosecha. Se piden donaciones con semanas de anticipación.
Por ejemplo, los mototaxistas, los textileros, así cada uno dona una misa. Se sale
a las calles a pedir ropa para el santo, el florado, adorno de la iglesia, cuetes,
bombas, toritos […] pedir donación a algunas familias. Hay pocos que dicen que no,
solamente por los conflictos que tuvieron por el aeropuerto (H4-ATE, 2021).
En el carnaval con nuestros disfraces […] bailamos en la calle y la gente coopera,
depende de la cooperación es el tiempo que baila cuadrilla. Así es la dinámica cultural,
una mayordomía, carnaval, fiestas patrias, día de muertos, se hacen de manera comunal
[…] Actualmente se ha perdido la participación de la comunidad, por ejemplo, para
cargar a los santos […] (H8-ATE, 2021).
Como Torres (2005: 3) afirma: “el baile popular es el lugar en el que se empiezan a establecer relaciones
sociales y que probablemente lleguen a formar alianzas”, es decir, los bailes del
Carnaval son detonantes de la convivencia que entreteje las relaciones sociales a
través de la actuación en concierto que coadyuvan a un escenario de confianza y participación.
No obstante, el modo de convivencia ha sufrido transformaciones por la disputa sobre
el territorio, que se refleja en acciones cotidianas y en las fiestas con sus reglas
manifiestas, como se describe:
[…] eran 8 ó 15 días que duraba un casamiento […] no contratábamos sillas ni mesas,
íbamos
con el vecino “oye, préstame tu silla”, ahí ibas y llevabas tus sillas, ahí
era conforme invitabas al vecino “oye, te espero, ¿no?”, o sea, un
intercambio (H5-ATE, 2021).
[…] Estaba yo chamaco, tenía unos 10 años, en las bodas pedías las mesas, las sillas,
la gente iba ayudar. Hoy la gente te va ayudar, pero ya no como antes si llevaban
sus metates a moler y toda la cosa, ibas preparando todo. Desde temprano se llega
a preparar la comida […] es que también ya conoces a las familias, las originales
todavía conservan esas tradiciones […] (H8-ATE, 2021).
[…] con el aeropuerto ¿cómo cambiaron las fiestas? Sí invitabas, pero ya no llegaban,
si llegaban luego luego veías la distinción porque, unos se sientan de un lado y otros
del otro. Eso no se daba antes, antes se perdió el respeto […] Si ibas a invitar a
tu tío, “sabes que con 20 cajas de refresco” ibas a invitar al cuate, “ahí yo te doy
una caja de […]”, ahora ya no, ahora todo se corrompió […] (H5-ATE, 2021).
El intercambio y el apoyo mutuo en las fiestas llevadas a cabo tanto en el espacio
público como en el privado fomentaban el compañerismo, lo cual fue perpetuado por
el conflicto entre familias ante la inminente construcción del megaproyecto urbano
que quebrantó las relaciones sociales debido al cambio de uso de suelo y su venta,
generando un tipo de mosaico asociado con maneras diferentes de habitar el espacio
y en formas de relaciones sociales fragmentadas. No obstante, la descripción del lugar
o territorio al que se siente más ligado se hace siempre en términos valorativos y
expresivos:
Los originarios de Atenco somos del linaje de la Colhuacan, somos descendientes de
Nezahualcóyotl […] la mayoría de la población no conoce su historia […] El agua llegaba
hasta el parque de los Ahuehuetes. Todo el camino hasta los cerros era de ahuehuetes.
Desde tiempos prehispánicos se han querido quedar con estas tierras (H4-ATE, 2021).
Si se hubiera hecho lo del aeropuerto se hubiera acabado todo, ni cuetes podríamos
echar. Vivir en Atenco, en primera me enorgullece vivir en este pueblo, tan humilde,
tan sencillo, es el vivir, nuestros antepasados no han muerto, es una alegría vivir
en este pueblo, donde nadie te oprime vives como tú quieres, en libertad […] (H5-ATE,
2021).
[…] los malos son gente de fuera. Nos diferencia un poquito el vestir, en Tepetlaoxtoc
al norte como vaquero con botas, aquí hay de todo, vaqueros, elegantes, es un pueblo
en las fiestas se viven con armonía. Ahora los traidores se apartan (H5-ATE, 2021).
Orgullo, dignidad y esfuerzo, estigma, lucha, dignidad, costumbres, tradiciones, historia,
cultivo, la esencia misma de lo que es ser mexicano (H7ATE, 2021).
Se alude al origen prehispánico vinculado a los antepasados que gobernaron el territorio,
en particular un determinado jardín de ahuehuetes y su coexistencia con el agua.11 Actualmente, el jardín es llamado Parque Ahuehuetes es referente recreativo, deportivo
y cultural para los habitantes de Atenco, ya que oferta actividades para caminata,
juegos infantiles, campamento, futbol, culturales (museo local); aunque se encuentra
cerrado por la pandemia, por tal motivo es que actualmente no se utiliza y se ha optado
por el uso de los campos de cultivo para llevar a cabo las actividades de esparcimiento
(Figura 3).12 Por un lado, el territorio se vincula con la cuna de la identidad mexicana, al ser
originarios del lugar y descendientes de Nezahualcóyotl es motivo de orgullo; por
otro, es referente de lucha y resistencia ante el inminente despojo de que han sido
objeto por el Estado neoliberal. Devienen algunas memorias que manifestaron:
El tema del campo, sí hay, pero ya no es como en años anteriores en la que la mayoría
se dedicaba al campo, se vendían los productos, venía gente a comprar el producto
en los terrenos, en terrenos específicos […] la dinámica ha cambiado mucho, pero se
mantiene. Hace 25 o 28 años, de lo que viene a mi memoria, de lo que es la comunidad
de Atenco como tal, lo que hoy todavía puedo ver, es en la comunidad de Nexquipayac
[…] El señor con los animales, va al campo, la herrería, el chavo con la leche, las
mujeres que van a comprar a la carnicería del carnicero de la comunidad, el huevo
es de gallina de la casa, el producto alimenticio o del de agricultura es más directo
del campo a la mesa, aquí. Poco a poco se fue modificando y perdiendo, pero no ha
dejado de haber […] (H7-ATE, 2021).
Los recuerdos […] donde un cuarto de adobe, desgranando, olor a humo, pulque y un
taco de sal. El parque El Contador, Ahuehuetes y Acactetelco […] (H8-ATE, 2021).
Figura 3. Parque Ahuehuetes
Fuente: Elaboración propia, 2021.
La manera en que el territorio es percibido y valorado por los habitantes se manifiesta
a través de una serie de ritos y festividades relacionadas fundamentalmente con el
ciclo agrícola y el agua, como Robinson (1998: 7) apunta: “la identidad de los pueblos se mantiene en función del control sobre los
espacios y ceremonias vitales”. A lo que se suman las formas de organización para
garantizar un tipo de orden y control.
Los delegados, son los representantes del pueblo ante el municipio, si el pueblo les
dice queremos esto, ellos entran o se entrevistan con el presidente municipal […]
Tres cuetes, significa una reunión convocada por los delegados, más cuetes es más
intenso el asunto […] hay mucha gente que anda ahí robando, entonces ya implementaron
guardias entre campesinos […] (H4-ATE, 2021).
Las decisiones en comunidad se toman en asamblea, se convocan en la plaza y cualquiera
puede hacerlo. Las decisiones aún se toman en asamblea comunal, por votación económica
[…] (H8-ATE, 2021).
[…] hay mucha desunión aquí en Atenco, pero poco a poquito la gente va despertando,
esperemos que en un futuro la gente despierte […] En las redes sociales cuando hay
problemas y eso lo difundes en redes sociales y los primeros que llegan son los jóvenes,
ya se está involucrando un poco más la juventud, porque antes solamente de voceaba
en las calles y los que llegaban era siempre gente mayor (H4-ATE, 2021).
Como se ha desarrollado, el territorio bajo estudio ha de entenderse como un sistema
dinámico y cambiante que acepta y admite que cada sujeto puede construir múltiples
redes facilitadoras del tejido social y no solamente las propuestas por la vía institucional,
porque en la dinámica misma de las comunidades los sujetos deciden y crean formas
de vivir (Téllez, 2010: 19).
Conclusiones
El territorio bajo estudio ha sido objeto de diversas intervenciones institucionales
que han suscitado diferentes conflictos relacionados con la defensa de la tierra,
las costumbres y las tradiciones, las cuales al mismo tiempo se han convertido en
una forma de resistencia al cambio ante la política neoliberal. Como resultado de
la investigación, se plantean algunos elementos que pueden abonar a la ejecución de
políticas públicas en materia de diseño urbano y el tejido social relacionadas con
el hábitat, como se presenta a continuación.
En cuanto a la dimensión espacial funcional, la problemática se plantea desde el abasto
suficiente o no del equipamiento deportivo, cultural y de esparcimiento, lo cual en
términos cuantitativos es apto, considerando que existe una interrelación con otras
demarcaciones próximas y con la Ciudad de México. Por ello, se recomienda considerar
el existente e incentivar programas comunitarios de mejoramiento para dar mantenimiento
e impulsar la participación; por ejemplo, en el caso del Parque Ahuehuetes, que es
referente en la significación del lugar. Es importante mencionar que la Zona Federal
Lago de Texcoco constituye una reserva natural que ha sido expuesta a intervenciones
antropizados, como es la construcción del NAICM, lo cual ha tenido efectos medioambientales
que afectan las prácticas sociales y las funciones relacionadas con la actividad agrícola
en la región, por ello se sugiere implementar una herramienta de protección y conservación,
además constituye un espacio público que representa el origen de la identidad de la
zona de estudio y de la nación.
Respecto a la dimensión sociocultural y económica, se propone implementar mecanismos
de reencuentro entre los pobladores originarios y los externos, con el fin de impulsar
su integración a partir de actividades y relaciones sociales de convivencia que contrarresten
la exclusión entre ambas partes. En la medida de lo posible, para evitar el distanciamiento
entre los mismos habitantes se recomienda tomar en cuenta las voces que generalmente
no son escuchadas, aquel sujeto social que enfrenta las vicisitudes de la vida cotidiana
y necesita ser representado ante las instituciones. Además, se precisa en la resignificación
del espacio público a través de su connotación como ámbito de representación y no
sólo como equipamiento en términos cuantitativos: equipamiento desde la institución
versus espacios de la comunidad.
El intercambio de productos de primera necesidad constituye un aliciente para generar
posibilidades económicas locales, al mismo tiempo impulsa las tradiciones socioculturales
vinculadas a la actividad agrícola, sin afectar el medio ambiente natural. Por tal
motivo, se sugiere implementar un programa de intercambio por cosecha de temporada
y la diversificación de productos locales de la región que, en cierta medida, puedan
abastecer las necesidades básicas y generar redes de apoyo y trueque para el autoconsumo.
Asimismo, reivindicar los campos de cultivo como lugares de encuentro y convivencia
alternativa y prioritaria, como ha sucedido actualmente debido a un evento sanitario,
esto con la finalidad de reconstruir el sentido de pertenencia en los jóvenes; por
tanto, su defensa y cuidado ante agentes políticos y económicos externos que puedan
vulnerar el medio ambiente, pues la identidad de los pueblos se mantiene en función
del control sobre los espacios y ceremonias. En cuanto a las festividades relacionadas
con los rituales religiosos, se propone aplicar un programa cultural con difusión
local, vinculadas a las danzas lugareñas, la comida regional, las fiestas del ciclo
anual y los rituales específicos del ciclo de la vida, enmarcados bajo criterios de
bien e integración comunal.
En suma, el espacio público que otorga sentido de pertenencia e identidad al hábitat
en la zona de estudio se construye a partir de formas de apropiación y uso que caracterizan
tanto al ámbito rural como al urbano, debido a la proximidad de la Ciudad de México
y otros municipios de carácter urbano, de los cuales obtienen varios satisfactores,
como servicios públicos y equipamiento. En paralelo, la resistencia a través de las
costumbres y rituales en el espacio público ha sostenido el carácter comunitario y
rural de la demarcación, constituyéndose como la dimensión política de la vida social
que coadyuva las actividades y las relaciones cotidianas que tienen que ver con compartir
el mundo, a través de las diversidades de apropiación y uso como las contradicciones
y las disputas que impulsan el tejido social.