Introducción
El concepto de exclusión implica carencias en un conjunto de variables, como la educación,
la salud, la vivienda, las relaciones familiares y sociales y el empleo que, además,
lleva a la persona a la ruptura del vínculo social, la privación de derechos sociales
y la desigualdad (Arza, 2008). Además, la exclusión lleva a la discriminación de la persona por la situación referida,
al obligarla a vivir al margen de la sociedad, por lo que no puede disfrutar de los
derechos civiles, políticos y sociales que le pertenecen como ciudadano. Por ello,
como señala el Parlamento Europeo (2023), la lucha contra la pobreza y la exclusión social se ha convertido en uno de los
objetivos específicos de la Unión y de sus Estados miembros en el ámbito de la política
social, donde las personas sin hogar (sinhogarismo, homelessness) están muy presentes
(Cabrera y Rubio, 2008).
Por ello, para realizar un abordaje de la exclusión social, y específicamente la referente
a la residencial, se hace necesaria la intervención sobre diferentes áreas personales
y sociales. Brugué, Gomá y Subirats (2006) definen este abordaje como “déficit de inclusividad del Estado de Bienestar”, al
considerar los problemas de desigualdad heterogéneos y cambiantes. La propia vivienda
se convierte en un mecanismo para la integración social, ya que, cuando se produce
la intervención pública, es porque hay una exclusión previa (Cortés, 2000), que Raya (2010) cataloga como una de “las situaciones más graves de exclusión” (p. 124). Una exclusión
residencial que se da cuando no se cumplen requisitos mínimos relacionados con la
vivienda, tales como el acceso, la adecuación a las personas que residen en ella,
la estabilidad o la habitabilidad (Piedra y Arredondo, 2017).
Tradicionalmente se ha descrito a las personas sin hogar como el colectivo más excluido
de la sociedad, ya que ocupa el nivel más bajo (Agulles, 2019), donde la no disponibilidad o la imposibilidad de acceder a una vivienda digna y
adecuada, sitúa al colectivo en la exclusión residencial, por encontrarse las personas
que la sufren en una situación de inferioridad respecto del resto de la sociedad (Cortés, Méndez y Navarrete, 2004).
Edgar y Meert (2005) comentan que, según la tipología europea de personas sin hogar y exclusión residencial
(ethos), elaborada por la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que Trabajan
con las Personas sin Hogar (FEANTSA), la falta de vivienda se define como la exclusión
de varios o de todos los dominios que constituyen un hogar: el social, el legal y
el físico.
El dictamen del Comité Económico y Social Europeo en el año 2012 añadió la problemática social a la definición y le dio una perspectiva menos individualista:
“…este fenómeno no existe en sí mismo, sino que es consecuencia de las decisiones
políticas y económicas que se toman” (CESE, 28/1/2012, C 24/35).
La tipología ethos “sin techo (rooflessness), sin vivienda (houselessness), vivienda
insegura (insecure housing) y vivienda inadecuada (inadequate housing)” (Cabrera y Rubio, 2008, p. 52) (Tabla 1) se subdivide a su vez en trece categorías operacionales; para Doherty (2005), “este método otorga un nivel de flexibilidad y de generalidad que debería permitir
la adaptación a la mayoría de los sistemas nacionales y locales de recogida de datos”
(p. 47).
Tabla 1
Categorías operacionales en que se divide la tipología ethos, para personas sin hogar
Sin techo
|
Sin vivienda
|
Vivienda insegura
|
Vivienda inadecuada
|
1. Vivir en un espacio público (sin domicilio) 2. Pernoctar en un albergue o forzado a pasar el resto del día en un espacio público
|
3. Estancia en centros de servicios o refugios (hostales para sin techo que permiten
diferentes modelos de estancia) 4. Vivir en refugios para mujeres 5. Vivir en alojamientos temporales reservados a los inmigrantes y a los demandantes
de asilo 6. Vivir en instituciones: prisiones, centros de atención sanitaria, hospitales sin
tener donde ir, etcétera) 7. Vivir en alojamientos de apoyo (sin contrato de arrendamiento)
|
8. Vivir en una vivienda sin título legal (vivir temporalmente con familiares o amigos
de forma involuntaria, vivir en una vivienda sin contrato de arrendamiento -se excluyen
los ocupas-, etcétera) 9. Notificación legal de abandono de la vivienda 10. Vivir bajo la amenaza de violencia por parte de la familia o de la pareja
|
11. Vivir en una estructura temporal o chabola 12. Vivir en una vivienda no apropiada según la legislación estatal 13. Vivir en una vivienda masificada
|
Según el departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (Department of Health and Human Services), las personas sin hogar provienen de todos los estratos de la sociedad, aunque la
pobreza es un factor que predispone a las personas a no tener vivienda y, desde la
década de 1970, la vulnerabilidad a la falta de vivienda ha aumentado entre los pobres
a medida que ha disminuido el acceso a viviendas asequibles. En este sentido, el Instituto
Nacional de Estadística (INE, 2022) informa que en el año 2010 se creó la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social
AROPE (por su sigla en inglés, At Risk Of Poverty or social Exclusion), con la finalidad
de medir la pobreza relativa en Europa y ampliar el concepto de la tasa de riesgo
de pobreza, que solo considera los ingresos. La tasa AROPE abarca toda población que
se encuentre en alguna situación de entre las siguientes: riesgo de pobreza, carencia
material o severa y baja intensidad en el empleo. En España el porcentaje de población
en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó en el año 2021 al 27,8%, desde el
27% de 2020, según la Encuesta de Condiciones de Vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística (2022).
A pesar de que la Constitución Española de 1978, en el artículo 47, establece que “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar
de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones
necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho...”,
en el año 2022 un total de 28,552 personas sin hogar eran atendidas en centros asistenciales
de alojamiento y restauración, un 24,5% más que en el año 2012. El 28,8% de ellas
se quedó sin hogar por la necesidad de empezar de cero tras llegar desde otro país,
y el 26,8% porque perdió el trabajo (INE, 2022).
Específicamente en la ciudad de Málaga, según Cáritas Diocesana, existe un aumento
de mujeres y personas mayores de 55 años sin hogar en el año 2022, circunstancia la
de la mujer importante, ya que, como indican Fernández-Rasinesa y Gámez-Ramos (2013), cuando se aborda el sinhogarismo en términos generales, se dejan de lado las experiencias
y situaciones específicas de las mujeres sin hogar.
Siguiendo con los datos de Cáritas, son más de 133 las personas que duermen en la
calle, y un total de 863 personas han sido atendidas en 2022 por la Unidad de Calle
(Diócesis Málaga, 2022). Además, las consecuencias sociales y económicas provocadas por la pandemia de la
covid-19, unidas a la inflación que se vive actualmente a raíz de la crisis que está
provocando la guerra de Ucrania, aumentarán la vulnerabilidad y la exclusión de las
personas sin hogar.
Según el INE (2022), las personas que han sido usuarias de centros asistenciales de alojamiento o restauración
tienen las siguientes características sociodemográficas (Tabla 2).
Tabla 2
Características sociodemográficas de las personas que pernoctan en centros asistenciales
Sexo |
La mayor parte son hombres (76,7%). No obstante, cabe destacar que la proporción de
mujeres que están en esta situación ha aumentado hasta el 23,3% respecto del 19,7%
del año 2012.
|
Edad |
El 51,1% tiene menos de 45 años, el 43,3% entre 45 y 64 y los mayores de 64 representan
el 5,5%. La edad media de estas personas se sitúa en 42,9 años.
|
Procedencia |
El 50,1% tiene nacionalidad española y el 49,9% extranjera. El 93,3% de los españoles
está empadronado en algún municipio, frente al 75,8% de los extranjeros.
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Tiempo en la situación personal |
Del tiempo que llevan sin hogar, el 32,5% lleva menos de un año, el 27% entre uno
y tres años y el 40,5% lleva más de tres años sin alojamiento propio.
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Estado civil |
El 24,9% afirma tener pareja; de estos, solo la mitad convive con ella. El 11,0% está
casado, el 23% está separado o divorciado, el 63,7% soltero y el 2,3% es viudo.
|
Condiciones |
El 89,2% pernocta siempre en el mismo lugar. El 40,3% ha dormido alguna noche en alojamientos
colectivos. Otro 24,7% ha pernoctado en pisos o pensiones facilitados por una ong
u organismo, y el 35,0% restante se ha alojado al margen de la red asistencial existente,
sea en espacios públicos (15,8%), en alojamientos de fortuna (9,7%) o en pisos ocupados
(9,5%).
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Nivel de estudios |
El 65,0% ha alcanzado un nivel de educación secundaria, el 23,8% de estudios primarios
o inferiores y el 11,3% estudios superiores.
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Situación laboral |
El 5,4% dice estar trabajando, el 71,2% estar en desempleo, el 6,4% en invalidez,
el 4,1% jubilado o retirado y el 12,9% restante dice encontrarse en otra situación.
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Enfermedad |
El 37,4% manifiesta tener alguna enfermedad crónica, las mujeres (43,6%) en mayor
medida que los hombres (35,5%). La afección más frecuente es el trastorno mental,
que afecta al 9,4%. Hay que señalar que el 20,5% tiene alguna discapacidad. El 19,5%
tiene un grado de discapacidad igual o superior al 33%.
|
Hábitos no saludables |
El 55,7% señala que no consume alcohol y el 40,5% que lo hace ligera o moderadamente.
Solo un 3,9% manifiesta un consumo alto o excesivo de alcohol.
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Recursos que reclaman |
Además de los servicios de alojamiento (62,7% de las personas) y comedor (65,8%),
solicitan principalmente otros servicios sociales, como los de información, orientación
y acogida (47,4%) y los servicios de higiene (44,3%).
|
Bonmatin (2020) plantea la importancia de proteger, como un “patrimonio”, tanto la oscuridad como
el silencio durante la noche, dos variables claves para alcanzar niveles óptimos de
descanso que facilitan y generan bienestar. Así, y en relación con la luz, indica:
Sabemos que exponernos a la luz intensa durante la noche (especialmente si es blanca,
que tiene alto contenido en azul) reduce tanto la calidad como la cantidad de sueño.
Este tipo de luz es la que más inhibe la secreción de melatonina, una hormona que
a los humanos nos ayuda a dormir.
La Directiva 2002/49/CE del Parlamento Europeo (2002) sobre evaluación y gestión del ruido ambiental define el ruido ambiental como “sonido
exterior no deseado o nocivo generado por las actividades humanas, incluido el ruido
emitido por los medios de transporte, por el tráfico rodado, ferroviario y aéreo y
por emplazamientos de actividades industriales”. Además, lo considera un problema
prioritario y reconoce la importancia de su control. Del mismo modo, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) considera el ruido ambiental un tema de salud pública importante,
y cree necesario estudiar el ruido urbano y los efectos que produce sobre la salud,
con la intención de buscar soluciones a este problema y reducirlo en la medida de
lo posible. Según el informe Ruido Ambiental en Europa (2020), de la Agencia Europea de Medio Ambiente, estar expuesto a niveles superiores de
55 decibelios durante la noche produce comportamiento agresivo y perturbación del
sueño, además de perjudicar en el rendimiento, tener efectos auditivos y cardiovasculares,
producir estrés, afectar el sistema inmune, y tener efectos negativos sobre la salud
mental, etc. Por ello, en España, el artículo 45 de la Constitución señala que todos
los ciudadanos tienen el derecho de disfrutar de un medio ambiente adecuado para el
desarrollo de la persona. A la vez, se establece un conjunto de normativas de carácter
municipal, con el objetivo de favorecer el descanso de los ciudadanos, de modo que
se restrinjan tanto comercios como actividades que superen determinados niveles de
ruido a ciertas horas, principalmente las nocturnas. Así, la Ordenanza para la Prevención
y el Control de Ruidos y Vibraciones, del Ayuntamiento de Málaga, aprobada en 2009, establece un intervalo que va desde los 50 decibelios para zonas de equipamiento
sanitario, a los 70 para de zonas con actividad industrial o servicio urbano, excepto
servicios de administración, como los máximos permitidos en horario que va desde las
23:00 h a las 07:00 h.
A través de esta investigación, en colaboración con el Grado de Trabajo Social de
la Universidad de Málaga, desde la asignatura Prácticum de Investigación, así como
con el alumnado del Grado en Psicología y la Cátedra de Inclusión Social de la Universidad
de Málaga, se pretende realizar un acercamiento a ciertas condiciones de vida, durante
la noche, en las cuales se encuentran las personas sin hogar en la ciudad de Málaga,
lo que permitirá hacer presente una realidad y, a la vez, dará la posibilidad de abordar
medidas preventivas; como indican Hartman y Robinson (2003), por cada dólar invertido en prevención se produce un ahorro de cuatro en los servicios
destinados a las personas sin hogar.
Metodología
El presente trabajo plantea una metodología exploratoria descriptiva de carácter mixto:
i) en el nivel cuantitativo, a través del llenado de un cuestionario elaborado ex
profeso para la investigación, ii) a través de una entrevista abierta a personas que
dormían en la calle, se completa el enfoque cualitativo de la metodología.
Participantes
La selección de la muestra fue aleatoria, previa selección de la zona a mapear; se
localizó un universo de 32 personas que dormían en la calle, y la muestra definitiva
la constituyeron 27 personas. Debido a elementos de cercanía y oscuridad de la noche
no fue posible obtener información de cinco de ellas; además, se contó con dos entrevistas,
realizadas a un hombre de nacionalidad marroquí y una mujer finlandesa, ambos jóvenes.
El 71% de la muestra total lo componen hombres, y un 14% mujeres (veintitrés hombres
por cuatro mujeres); al resto de las personas sin hogar no fue posible distinguirle
el sexo, debido a que se encontraban arropadas completamente.
Estas personas se encontraron en un radio de 4,5 km, que abarcaba las zonas de los
centros comerciales Vialia, Larios Centro y el barrio de la Trinidad, de la ciudad
de Málaga (Figura 1).
Figura 1
Radio de la zona mapeada
Fuente: Elaboración propia a partir de Google Maps.
Instrumento
Las variables para observar fueron previamente seleccionadas (anexo 1); se configuró un cuestionario con los aspectos y factores que se quería observar
acerca de las condiciones de vida de las personas sin hogar, mediante una escala Likert
de cinco niveles, en que 1 es el mínimo y 5 el máximo. Entre ellas se encuentran aspectos
básicos como el lugar en que estaban, el número de personas, el sexo, o si tenían
algún tipo de mascota, para pasar a un primer bloque relacionado con características
personales, como higiene y objetos personales y de abrigo que poseen. Un segundo bloque
se refiere a aquellos elementos externos que pueden incidir en su calidad de vida,
principalmente en lo que a dormir se refiere, como iluminación con presencia de farolas,
establecimientos o centros comerciales que alumbran la zona, suciedad considerando
presencia de papeleras o la limpieza de la zona, y la contaminación acústica desde
la concurrencia de las calles donde se encontraban y la cercanía a discotecas, restaurantes
o pubs, todo ello desde la medición en decibelios. Se finaliza con un tercero centrado
en aquellos aspectos que pueden incidir en su seguridad, cercanía a baños públicos
y centros comerciales, sensación de miedo o inseguridad y haber sido objeto de posibles
agresiones verbales o físicas.
Por último, también se incorporaba la posibilidad de realizar entrevistas basadas
en el cuestionario a aquellas personas que mostraran disponibilidad.
Procedimiento
El mapeo de la zona y la localización de personas sin hogar se realizaron el 25 de
noviembre de 2022, en el tramo horario de 20:00 a 23:00. Antes de realizar la investigación
se instruyó al equipo en la forma de rellenar el cuestionario y los aspectos para
tener en cuenta, además de acordar solo hablar con aquellas personas sin hogar que
estuvieran despiertas y se les viera predisposición a participar. Se repartieron las
zonas entre los investigadores, en un total de seis alumnas del Grado en Trabajo Social,
de la asignatura Prácticum de Investigación, tres alumnos del Grado en Psicología,
una persona de la Asociación Cívica para la Prevención (ACP) conocedora del entorno,
y dos profesores del Grado de Trabajo Social, con quienes se configuraron tres grupos
de trabajo que se repartieron las zonas a observar.
Los diferentes grupos disponían del cuestionario, a la vez que también se abría la
posibilidad de realizar entrevistas, tomando como referencia los aspectos del cuestionario,
a aquellas personas que se mostraran con predisposición, siempre desde el máximo respeto
y la voluntariedad.
Posteriormente, la información recogida en los cuestionarios se trasladó al programa
SPSS para su análisis y las entrevistas fueron transcritas.
Resultados
Pertenencias observadas. Las personas sin hogar que conformaron la muestra contaban
con ropa de abrigo y accesorios de poca calidad que aíslan del frío, como cartón y
bolsas de plástico. Además, todas llevan consigo variedad de objetos personales, que
se recogen en la Tabla 2.
Tabla 3
Pertenencias observadas
Ropa de la estación actual (invierno)
|
Objetos personales
|
Mantas, ropa de abrigo (chaquetas, sudaderas…), sombreros, cartón, bolsas de plástico,
colchones.
|
Mochilas, peluches, carritos de la compra, maletas, vasos, tabaco, botellas de alcohol,
comida de forma general, bolsas, libros, cajas, guitarra, palos, almohadas.
|
Nivel de higiene. Medida según una escala Likert, cuyos valores a considerar, y que
eran marcados por cada uno de los equipos de observación, eran:
Se observó que el 19% de las personas mostró una buena higiene, el 14,3% aceptable
y el 33,3% media. Frente a esto, el 19% muestra poca higiene, y el 14,3% nula.
Solas o acompañadas. Se encuentra que, aunque las personas sin hogar vayan en grupo,
cada una duerme en un espacio individual. El 76,2% se encontraba solo y el 23,8% en
compañía de dos o más personas, normalmente en grupos de hasta tres personas.
Nivel de iluminación del lugar. A fin de medir el nivel de iluminación, que iba siendo
anotada por el equipo correspondiente, los valores asignados a la escala Likert fueron:
De los lugares analizados, más de la mitad (52,4%) dispone de mucha iluminación. Le
sigue el 19% con demasiada iluminación en el entorno. El 14,3% de las personas estaba
en sitios con una iluminación media y, por último, el 14,3% tenía poca o nula iluminación.
Se entiende por demasiada iluminación la estancia en zonas muy iluminadas cerca de
centros comerciales, y por mucha al lado de esos centros comerciales, pero con menor
luminosidad (Figura 2).
Figura 2
Nivel de iluminación del lugar
Nivel de contaminación acústica. A fin de establecer el nivel de contaminación, se
utilizó un medidor acústico, y los resultados estuvieron entre los siguientes parámetros:
-
Ninguna, 0 decibelios / Muy poca, hasta 25 / Poca, de 26 a 39 / Mucha, 40-54 decibelios
/ Demasiada, más de 55
El 66,7% de las personas pasaba las noches en lugares con demasiada contaminación
acústica. Le sigue el 23,8% con mucha y, por último, poca y muy poca contaminación
acústica, el 4,8% (Figura 3).
Figura 3
Nivel de contaminación acústica
Los datos recogidos sobre el ruido en los diferentes lugares son bastantes destacables,
según se recogen en la Tabla 3.
Tabla 4
Nivel de contaminación acústica en decibelios
Ubicación
|
Decibelios
|
Zona de Vialia
|
77 db
|
Zona estación de autobuses
|
64 db
|
Zona de Larios Centro
|
80,2 db
|
Barrio de la Trinidad
|
70,4 db
|
Nivel de limpieza del lugar. Al igual que en las variables anteriores, se estableció
una escala Likert para que cada equipo investigador marcara el valor a considerar
por cada una de las personas analizadas, conforme a:
Se observó que los lugares donde duermen las personas sin hogar suelen estar sucios.
Los datos muestran que el 47,6% duerme en lugares con poca limpieza, y que se repetía
el mismo valor en el 14,30% de aquellos que duermen en lugares con demasiada, mucha
y media limpieza (Figura 4).
Figura 4
Nivel de limpieza del lugar
Nivel de cercanía a albergues u otros recursos. Esta variable, junto a las siguientes
relacionadas con elementos de cercanía, se categorizó en tres consideraciones: cerca,
considerando entre diez a quince minutos de distancia; medio, entre 15 y 20 minutos,
y lejos, más de 20 minutos, todo ello a pie.
El 61,9% de las personas sin hogar que observamos se encontraba cerca de recursos,
frente al 9,5% que se encontraba a media distancia. Cabe destacar que el 28,6% de
las personas sin hogar se encontraba lejos de estos albergues o recursos sociales.
Nivel de cercanía a centros comerciales. Se encontró que el 71,4% de las personas
sin hogar está muy cerca de centros comerciales, como el Larios Centro y el Vialia.
El 4,8% de las personas tenía alguno de estos centros comerciales cerca, y otro 4,8%
a media distancia. Por último, el 19% se encuentra muy lejos de ellos (Figura 5).
Figura 5. Nivel de cercanía a centros comerciales Nivel de cercanía a aseos o baños
públicos. Se observó que el 76,2% de las personas sin hogar se encontraba muy cerca
de los aseos (de la estación de autobuses y de centros comerciales). El 4,8% se encontraba
cerca y a media distancia. Por último, un dato destacable es que el 14,3% estaba asentado
muy lejos de baños públicos.
Nivel de cercanía a otras personas sin hogar. Se halló que el 52,4% se encontraba
muy cerca de otras personas. Por otro lado, existe cierta equivalencia en la cercanía
y la lejanía a otras personas sin hogar, pues el 33,3% se asentaban lejos de personas
en su misma situación.
En cuanto a los aspectos relacionados con la seguridad, el 14,3% respondió de manera
afirmativa a la pregunta acerca de si ha sentido miedo al vivir en la calle; dicho
porcentaje coincide con el de quienes habían sufrido algún tipo de agresión.
Por último, del análisis de las dos entrevistas realizadas, a un hombre de 38 años
y una mujer de 35, se traslada por parte del primero que es su primera vez viviendo
en la calle, y que lleva dos años esperando un alojamiento por parte de “Puerta Única”,
recurso a través del cual se coordinan las diferentes entidades junto al albergue
municipal para atender a este colectivo; además, cuenta que ha estado viviendo en
condiciones inhumanas al llegar a Málaga en búsqueda de una vida mejor.
Yo nunca había vivido en la calle hasta haber venido a Málaga, yo fui a Mercamálaga
y hay un marroquí ahí y yo hablar con él para trabajar poquito y tengo 25 euros en
el bolsillo, 25 euros no puedo coger hostal y me ha dicho hay un cortijo, una casa
sin luz, sin agua, sin nada y yo dormir ahí, ratas y hay todo…
La chica indica ser víctima de violencia de género y que se encontraba en un centro
de mujer.
Respecto a su sensación de miedo por estar en la calle, ambos expresan no tenerlo,
aunque la chica traslada que su miedo es a su expareja.
De cara a opciones de futuro, sus necesidades se centran en disponer de los bienes
más básicos, trabajar y disponer de una vivienda donde puedan comer y dormir bien.
A la vez, señalan que la gente no los ve realmente, y con lo único que se quedan es
con el hecho de que beben alguna cerveza.
Yo desearía un trabajo fijo…, bueno, una vida normal. Y ella también quiere un trabajo.
Tener una casa, comer bien, dormir bien… Hay mucha gente que pasa por aquí, no mira
y como nosotros bebemos cerveza nos miran como yonkis.
Discusión y conclusiones
Se ha encontrado poca literatura científica en lo que respecta a investigaciones que
se preocupen por las condiciones en que las personas sin hogar pasan sus noches. Por
ello, la presente investigación, a través de una observación directa no participante,
ha querido analizar las características y condiciones de estas personas en una zona
céntrica de la ciudad de Málaga. Se ha comprobado que existe un número importante
de personas sin hogar en un radio de 4,5 km, ya que se han encontrado 32 personas
en tal situación, de las cuales el 71% era hombres y el 14% mujeres. Esto coincide
con los resultados de Estados Unidos, donde más del 60% de las personas sin hogar
son hombres, por lo que se observa que esta problemática presenta una tendencia hacia
los varones, aunque las mujeres sin hogar son más vulnerables que los hombres, debido
a que pueden ser sujeto de acoso y abuso sexual. Según Díaz (2014), las mujeres sin hogar en cuanto a su sexualidad están más expuestas a violaciones
y agresiones, así como a amenazas, ya que el hombre es concebido como hombre público,
pero la mujer pública se concibe como una prostituta.
Los resultados demuestran que la mayoría de las personas sin hogar no suele llevar
gran cantidad de pertenencias con ellas, no solo porque deben cargar diariamente con
todos los objetos personales, sino también porque, al vivir en espacios abiertos y
públicos, no disponen de facilidades para proteger sus pertenencias, aunque por norma
general llevan carritos, maletas, mochilas que tapan con mantas o cartones.
Con referencia a la variable de higiene, se observa que este grupo social no suele
presentar un nivel de limpieza personal adecuado, debido a que depende de recursos
públicos. Según el “Estudio sobre la realidad de las personas sin hogar (PSH) en la
ciudad de Cádiz” (Colegio Profesional de Trabajo Social de Cádiz, 2016), la mayoría de las personas sin hogar suele pasar las noches en las calles o en
los llamados alojamientos de fortuna, tales como cajeros, garajes, estaciones de transportes,
hall de inmuebles, pasillos, escaleras, coches abandonados, etc., lugares que normalmente
suelen estar sucios y son poco higiénicos.
Las personas sin hogar acostumbran pasar las noches cerca de zonas transitadas, como
calles principales que están cerca de centros comerciales y establecimientos que alumbran
sobremanera los espacios públicos que habitan. Por los mismos motivos, estas calles
suelen estar muy concurridas, tanto por automóviles como por personas, lo que empeora
la contaminación acústica. Se ha comprobado, tras las mediciones acústicas realizadas,
que estos lugares superaban considerablemente la media de decibelios adecuada y segura
que la Organización Mundial de la Salud recomienda, ya que esta define como ruido
cualquier sonido superior a 65 decibelios, que se vuelve dañino cuando supera los
75 decibelios. Estar expuestos diariamente a estos niveles de ruido puede provocar
diversos problemas de salud, tales como insomnio y dificultad para conciliar el sueño
(según la OMS, la exposición a ruidos superiores a 45 decibelios impide dormir correctamente),
lo cual puede derivar en episodios de irritabilidad y agresividad, además de efectos
psicopatológicos y psicológicos, como fatiga y depresión, entre otros.
El Observatorio HATEnto, herramienta de la entidad Hogar SÍ (Fundación rais), que aborda los delitos de odio hacia las personas en situación
de sinhogarismo, indica que el 47% de las personas de este colectivo ha sufrido delitos
de odio, desde sanciones y multas hasta insultos, agresiones, ataques premeditados
e incluso asesinatos. Por ello, se ha de considerar que la razón principal para que
estas personas opten por pasar las noches en estos lugares se debe primordialmente
a la necesidad de sentirse acompañados y protegidos, además de ser zonas que están
vigiladas por cámaras, a pesar de que tengan que dormir con iluminación y bastante
ruido. Otro motivo también puede ser el sentirse menos solos, ya que, por norma general,
la persona que duerme en la calle dispone de nulos o muy débiles vínculos sociofamiliares.
También se ha comprobado que hay un número importante de personas sin hogar que se
asientan cerca de albergues u otros recursos, o cerca de centros comerciales como
los visitados, lo que puede deberse a que son utilizados como recursos para satisfacer
algunas de las necesidades básicas, como la higiene o la comida.
Resulta urgente y primordial abordar el fenómeno del sinhogarismo, sumado a las condiciones
de vida nocturna de sus afectados, ya que este abordaje no solo vendría a dignificar
las situaciones de vulnerabilidad, sino, además, mejoraría las condiciones de vida
que sufren, en muchos casos con afección directa en el ámbito sanitario. La incorporación
de espacios público para el alojamiento de sus pertenencias, la facilitación de recursos
a fin de atender sus necesidades de aseo, entre otras, podrían ser medidas que vendrían
a facilitar y mediar en sus necesidades.
Esta investigación ha tenido un conjunto de limitaciones, entre ellas la imposibilidad
de realizar un mayor número de entrevistas, por desarrollar el mapeo en horario nocturno
y encontrarse muchas de las personas durmiendo, así como lo limitado en cuanto al
ámbito territorial que se ha analizado, pues la ciudad de Málaga dispone de otros
espacios donde existen personas sin hogar durmiendo en la calle que no han sido objeto
de análisis, motivo por el cual se identifica como línea de oportunidad la realización
de una futura investigación que implique mayor incidencia en el número de la muestra
para fortalecer los datos obtenidos.