Revista Viviendas y Comunidades Sustentables

Año 7 núm.14, julio-diciembre 2023 | Artículos



Introducción

El presente trabajo se inscribe en el campo de los estudios sociales rurales de América Latina, específicamente en el problema de la vivienda rural y de las políticas orientadas a su resolución. Si bien la investigación se sitúa en un contexto territorial específico -una zona rural del departamento de Canelones, en Uruguay- y toma un referente empírico concreto -el Movimiento para la Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir)-, la discusión que se plantea busca participar de debates regionales e internacionales acerca del tema abordado.

Mevir es un organismo público no estatal que diseña y ejecuta la política de vivienda rural en Uruguay.2 En el momento de su creación, se planteó como objetivo “la construcción de viviendas higiénicas que sustituyan las habitaciones insalubres existentes en el medio rural y aledaños de las poblaciones urbanas del interior” (Ley 13640, Art. 474). Las habitaciones insalubres se definen como “ranchos de adobe con piso de tierra y techo de paja” (Mevir, 1983, p. 21), y su sustitución por una vivienda higiénica tiene por finalidad “mejorar los niveles de vida deficitarios” (Mevir, 1983, p. 21) de los trabajadores rurales.

Sin embargo, en las aproximaciones preliminares al campo emergió, desde el discurso de las personas adjudicatarias de viviendas de Mevir, un conjunto de expresiones que dan cuenta de que esa transición desde viviendas rurales3 hacia viviendas provistas por el organismo público no puede ser leída exclusiva ni linealmente como una mejora en el nivel de vida.

Si bien algunas investigaciones académicas recientes incorporaron una mirada crítica sobre los efectos de Mevir, a la vez que el mismo organismo fue incluyendo una revisión de su accionar, hay un conjunto de problematizaciones que se encuentran por fuera del alcance de esas revisiones y que, por lo tanto, aún no han sido estudiadas. Entre ellas está el análisis de los efectos de la transición de viviendas rurales hacia viviendas de Mevir, que constituye el objetivo de esta investigación. Concretamente, me pregunto si el acceso a una vivienda de Mevir implica, desde la percepción de las propias poblaciones rurales, una mejora en su nivel de vida.

Las teorías elegidas para abordar ese objetivo respondieron a dos criterios. Por un lado, se priorizaron perspectivas teóricas sobre la vivienda rural que involucran una mirada compleja y relacional de esta, para superar abordajes exclusivamente materiales que no consideran el sistema de relaciones en que se inserta la vivienda y, por lo tanto, restringen el análisis de los efectos de su transformación. Por otro lado, se priorizaron también perspectivas teóricas que abordan críticamente las políticas de vivienda social, y complejizan la premisa de que el acceso a una vivienda de materiales industriales representa un progreso para las personas que habitan en viviendas de otros materiales, idea que obtura la posibilidad de entender y valorar -y por tanto de transformar- los sacrificios que implica esa transición. Ambas decisiones teóricas tienen el fin de analizar y comprender el contraste entre el objetivo de Mevir de mejorar los niveles de vida de la población rural y la percepción de los propios adjudicatarios de la experiencia de mudarse a esas viviendas.

La indagación en los aspectos sacrificiales de Mevir reviste una doble importancia. En primer lugar, una relevancia teórica: si bien el tema de la vivienda rural viene ganando lugar en las agendas de investigación, en Uruguay el asunto se encuentra aún rezagado. Específicamente, las investigaciones que toman a Mevir como objeto de estudio no son abundantes, y su aproximación desde miradas críticas es aún más escaso (ver apartado de antecedentes). En segundo lugar, una relevancia política vinculada a la posibilidad de transformar los aspectos sacrificiales de una política de la envergadura de Mevir,4 en la medida en que consiguen ser expuestos, nombrados, delimitados.

Breve presentación de Mevir

Mevir fue creado en 1967 por Alberto Gallinal Heber, un estanciero y político de la época. Desde el inicio, los principales destinatarios de la política de Mevir son los asalariados rurales. Su programa central es el Plan de Viviendas Nucleadas,5 que consiste en construir conjuntos de viviendas de materiales industriales en localidades del interior por medio del método de la ayuda mutua. Este supone el aporte obligatorio de 96 horas semanales por familia en la construcción.

Una vez entregadas las viviendas, las familias abonan durante veinte años una cuota en dinero como forma de pago de la casa y, luego de cancelada la deuda, adquieren su titularidad definitiva.

En 1994, por la Ley 16690, Mevir amplió el público objetivo hacia pequeños productores rurales incorporando el Plan de Unidades Productivas, que supone la construcción o mejora de viviendas e infraestructura productiva en el medio rural disperso. En los últimos años, la institución incorporó nuevas formas de intervenir (refacciones, ampliaciones, electrificación rural, saneamiento, entre otras), aunque la predominante continúa siendo la vivienda nucleada, que representa un 85% de las intervenciones totales.6

Actualmente, Mevir lleva realizadas 40,843 soluciones habitacionales distribuidas en todos los departamentos del país, lo que consolida una amplia cobertura nacional (Figura 1). Más allá de las ampliaciones y redefiniciones que caracterizaron al organismo en su trayectoria, en una publicación por el aniversario número 50 de Mevir, la entonces presidenta expresó que aún prevalecen aquellos rasgos distintivos de la definición original: “un Movimiento (denotando acción, actividad con energía) para la Erradicación (determinación, clara voluntad) de la Vivienda Insalubre (rancheríos, pobreza, antihigiénico) Rural (ambiente y cultura de la población objetivo)” (2017, p. 2; los comentarios entre paréntesis son de la cita original).

Figura 1

Intervenciones de Mevir

2594-0198-rvcs-14-87-gf1.gif

Nota: intervenciones de Mevir por departamento, desde su creación en 1967 a septiembre del 2022. Fuente: Sitio web de Mevir.

Antecedentes

Existen algunos estudios que, desde la década de los sesenta, abordan el tema de la vivienda rural en América Latina y de las políticas públicas que la tienen por objeto. Se destacan entre ellos el de Fals Borda (1963) en Brasil, quien plantea diversas funciones de la vivienda rural y propone sugerencias para las políticas públicas de ese país; el de Bengoa (1987), que analiza las características de la vivienda rural chilena a partir de un estudio de caso en Talca; el de Ríos Cabrera et al. (1998), quienes estudian la vivienda rural paraguaya y su relación con la enfermedad de Chagas; el de Rotondaro (1999) en Argentina, que propone mejoras para prevenir el Chagas en viviendas rurales de Santiago del Estero; el de Pastor (2000) en Argentina, que expone aspectos característicos de la vivienda rural tucumana a partir de un estudio de caso en Valle de Tafí, y el de Boils Morales (2003), que aborda el tema de la vivienda rural mexicana desde una perspectiva histórica.

En los últimos años, en el contexto del auge de las teorías sobre la sustentabilidad y del interés surgido por las diferentes formas de construcción de viviendas con materiales naturales, hubo un crecimiento de investigaciones que abordan el tema de la vivienda rural. Se destacan los grupos brasileros Habis (Lenzi, 2017) y Maloca (Moassab y Vettorazzi, 2019), y el grupo argentino GIEH (Sesma, 2021), que abordan en profundidad la temática de la vivienda rural y de la vivienda social en contextos rurales, a escalas tanto conceptual como empírica. Otros investigadores de la región que también trabajan estas temáticas de manera crítica son Garay (2018), Olivarez y Rolón (2021), Tomasi y Barada (2021), para la vivienda rural del noroeste argentino, y Carvalho et al. (2016), para la vivienda rural en Minas Gerais, en Brasil.

En Uruguay, dos estudios clásicos sobre la vivienda rural son el libro de Chiarino et al. (1944), que dedica un capítulo especial al tema, y el trabajo de Terra (1964), que analiza en profundidad la situación de la vivienda rural uruguaya. Más recientemente, la investigación de López Gallero et al. (1998) sobre Mevir estudia de manera novedosa algunos aspectos del funcionamiento del organismo.

Sin embargo, es preciso señalar que, a pesar de la prolífica actuación de Mevir, los estudios sobre políticas de vivienda social no la abordan con profundidad. Por ejemplo, en la reconstrucción histórica que hace Magri (2015) de más de un siglo de política de vivienda social en Uruguay, la referencia a Mevir se incluye en un capítulo aparte al final del trabajo, por fuera de la larga periodización que construye la autora y sin integrarse al análisis sociohistórico que propone. Otro ejemplo es la revista Vivienda Popular, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, pues solo dos de sus treinta y una publicaciones están dedicadas al tema de Mevir y de la vivienda rural (1998 y 2017).

Existen algunas investigaciones académicas que tienen por objeto a Mevir, principalmente trabajos finales de grado (Cabrera, 2015; Cardozo de León, 2014; Dalmas, 2004) y tesis de posgrado (Castelli, 2017; Venturini, 2016; Sánchez, 2021). Se destacan, dentro de ellos, los trabajos de Cabrera, Castelli y Sánchez, por la adopción de perspectivas críticas.7

Marco teórico

VIVIENDA RURAL: MÁS ALLÁ DE LA MATERIALIDAD

A fines de la década de los sesenta, el término “hábitat” cruzó las fronteras de la ecología para aterrizar en las ciencias sociales. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos -realizada en 1976 en Vancouver, Canadá, y denominada Hábitat I- constituye un punto de inflexión en la institucionalización de ese concepto. Principalmente, la incorporación del concepto de hábitat competía con los enfoques viviendistas que trataban el problema de los asentamientos humanos reduciéndolo a términos puramente físicos; es decir, a la casa materialmente construida:

Para ciertos sectores de la academia y la política, el plantear hábitat en lugar de vivienda buscaba posicionar una perspectiva integral para ampliar las nociones positivistas que operaban sobre el problema…con esta noción se proponía cambiar su composición desde dimensiones no solo materiales sino sociales, culturales y políticas [que] reconoce la vivienda como elemento constituyente del hábitat e integrante de la urdimbre y de las tramas de la vida humana -social, económica, ambiental, espacial y cultural-, que se van configurando como soportes en la existencia, realización y creación para los grupos humanos que habitan (Echeverría, 2004, p. 31).

No interesa, a los fines de este trabajo, profundizar en las diferentes acepciones del concepto de hábitat, sino retener una de sus cualidades centrales: su capacidad de colocar la vivienda en relación con lo que Echeverría nombró “una trama de la vida humana”. La autora llamó a esta operación “pensar la vivienda en clave de hábitat”. En el contexto de las ruralidades, pensar la vivienda rural en clave de hábitat implica reconocer la trama donde ella funciona.

Una característica de la vivienda rural, que la distingue de la vivienda urbana, es su particular imbricación con la trama económica o, en otras palabras, con el sistema productivo donde se inserta y del cual participa. En ese sentido Tomasi define la vivienda rural campesino-indígena como “un tipo particular de arquitectura doméstica asociada con las lógicas productivas agrícolas y ganaderas de pequeña escala orientadas fundamentalmente al autoabastecimiento” (2021, s/p).

Para aplicar esa definición a la ruralidad uruguaya es preciso realizar un ajuste. En su trabajo, Tomasi se refiere a un sujeto rural campesino-indígena. No obstante, la categoría de campesinado no se utiliza en Uruguay, al menos desde la década de los ochenta. Las categorías predominantes para referirse a este sujeto social son pequeño productor, productor familiar o, más recientemente, agricultor familiar (Oyhantçabal, 2013). Si bien estos últimos comparten con el campesinado el uso primordial del trabajo familiar, se distinguen por su fuerte vinculación al mercado, que minimiza la proporción de autoabastecimiento. De allí que, en el contexto de este artículo, cada vez que se haga referencia a la vivienda rural uruguaya se estará aludiendo a la vivienda del pequeño productor rural, que puede tener una fuerte vinculación con el mercado agrario y que, inclusive, puede complementar la autoproducción con algún tipo de trabajo asalariado.

Retomando el particular vínculo entre vivienda rural y producción, uno de los principales atributos de la vivienda rural es el sistema de elementos que la componen, más allá del espacio exclusivamente residencial, la casa. Así, incluye también los espacios de depósito y las estructuras que sirven de albergue a los animales (Fals Borda, 1963; Pastor, 2000; Carvalho et al., 2016; Piñeiro, 1985).

Es en el entorno exterior inmediato donde se encuentran los materiales naturales usualmente aplicados en la construcción de la vivienda (aunque también combinados con materiales industriales). Estos materiales son trabajados a partir de técnicas constructivas específicas, que no constituyen un reservorio de conocimiento especializado y de difícil aprehensión, sino representan un trabajo popular, transmitido y conocido por todos (Lenzi, 2017; Pastor, 2000). El método constructivo predominante es la autoconstrucción (Gutiérrez, 2015; González Claverán, 1998), individual o colectiva, usualmente llamada de ayuda mutua (o mutirão en Brasil).

En definitiva, lo que ponen de relieve estas definiciones integrales de la vivienda rural es que sus rasgos no son aleatorios, sino se relacionan con el modo de vida donde esa vivienda se produce; es decir, la vivienda es resultado de ese modo de vida y, a la vez, contribuye a reproducirlo.8

Vivienda social: higiene, progreso e inclusión

La vivienda social es un bien necesario para la reproducción social que demanda la intervención del Estado para su asignación. Esa intervención está orientada a facilitar el acceso a dicho bien en un sentido desmercantilizante; es decir, afectando sus condiciones de producción o circulación en el libre mercado (Sepúlveda Ocampo y Fernández Wagner, 2005). Si bien el concepto de vivienda social es utilizado también, en el contexto de los estudios de la Producción Social del Hábitat, para referirse a las formas no estatales o comunitarias de producción de la vivienda, en este trabajo el concepto quedará circunscrito únicamente a la vivienda provista por el Estado.

Las políticas de vivienda social rural en América Latina presentan algunos rasgos similares: utilizan materiales de construcción industriales para sustituir las viviendas rurales de materiales naturales (usualmente nombradas como “ranchos” por esas mismas políticas), y su diseño responde a concepciones urbanas del espacio que no suelen considerar los usos específicos de la vivienda rural y su particular relación con la trama donde se inserta (Vanoli y Mandrini, 2021; Sesma, 2021; Moassab y Bastos, en prensa).

Estas decisiones, especialmente la elección de los materiales constructivos, se inscriben en una perspectiva higienista de la política de vivienda social. En algunos países de América Latina, como Uruguay, la intervención estatal en materia de vivienda estuvo asociada, desde fines del siglo XIX, a un propósito sanitario. En un contexto de expansión del higienismo -movimiento liderado por profesionales de la medicina que plantea como principal medio de integración social la higiene pensada desde la prevención de enfermedades-, la preocupación por la vivienda de los trabajadores se expresaba principalmente en términos sanitarios (Sesma, 2021; Magri, 2015).

Al plantear que las condiciones del medio físico y social en que viven las personas son un aspecto crucial en la atención de la salud, el higienismo excedió rápidamente los ámbitos de regulación estrictamente médicos, para pasar a organizar una racionalidad general de intervención estatal sobre diversos dominios públicos, incluyendo la vivienda. Es así como el higienismo se convirtió en el principal dispositivo de regulación de la vivienda obrera, y la determinó como un espacio de inscripción de “lo limpio” y “lo sucio” (Pereyra y Quevedo, 2020).

Es destacable, al menos para el caso uruguayo, la vigencia de la relación vivienda-higiene: elaborada a fines del siglo XIX alcanza la actualidad, y queda expresada no solo en la Constitución Nacional de 1934, que habla del derecho al “alojamiento higiénico” sino también, y de manera muy contundente, en el propio Movimiento para la Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural, de 1967, objeto de esta investigación, tal como indica su nombre.

Para mediados del siglo XX, con el auge -o la “invención”, en términos de Arturo Escobar (2014) - del desarrollo como mandato ineludible para las sociedades del llamado Tercer Mundo que buscaran progresar, se dio un anudamiento productivo entre higiene, progreso y vivienda. El acceso a una vivienda de materiales industriales ya no significaba únicamente una mejora en términos sanitarios, sino se tornaba también en una vía para desarrollarse y progresar. Como planteó Acosta en su estudio acerca de la importancia del higienismo en Uruguay, no es arbitrario que la higiene constituya una de las estrategias de legitimación del discurso del desarrollo, puesto que ya desde principios del siglo XX fue a través de los inspectores sanitarios, como de los hospitales, que se transmitían pautas culturales y normas morales modernas: “la higiene es la moral laica, o como decía un médico de la época: gobernar es como higienizar” (2000, p. 9).

Sin embargo, en la década de los ochenta diferentes autores y movimientos sociales vinculados a la perspectiva decolonial -entre otras teorías críticas del desarrollo- ingresaron en la agenda pública para cuestionar los supuestos beneficios del desarrollo y del progreso. Entre ellos se encuentra Romero Losacco (2018), quien trabaja sobre el concepto de “inclusión social” -clave en las políticas sociales de vivienda-, y explica la manera como funciona en la racionalidad del desarrollo, dirigida a incluir a los grupos sociales excluidos (principal aunque no únicamente) de la relación salarial: “locos, criminales, niños, mujeres, plebes campesinas, salvajes” (2018, p. 58).

Pero, dice el autor, atravesar la frontera que separa el adentro del afuera no es gratuito, precisa de un esfuerzo: quien ingresa debe sacrificar ciertos rasgos de su ser, desprenderse de algo (de las tradiciones), para ser-como, parecerse, al que habita la condición de inclusión. En esa misma línea autores como García Linera (2016) en Bolivia y Gago et al. (2014) en Argentina plantean que los procesos de inclusión social llevados a cabo en sus respectivos países en los inicios del siglo XXI estuvieron tomados por una ambigüedad, expresada en la convergencia de dos tipos de elementos: uno activo y posibilitante, y otro jerárquico y anulante.

Lo que ilumina este planteamiento es el lado sacrificial del progreso. La posibilidad de disimular este “lado oscuro” (Mignolo, 2017) y sacrificial se da, entre otros motivos, por los mecanismos de dominación simbólica que opera el proyecto del desarrollo y del progreso (Grosfoguel, 2016). Uno de esos mecanismos, particularmente interesante para este trabajo, es el de clasificar como “insalubre” todas aquellas prácticas que estorban la carrera hacia el progreso y que, tales, es preciso erradicar.

Metodología

El objetivo de esta investigación es analizar los efectos de la transición de viviendas rurales hacia viviendas nucleadas de Mevir. Se plantea como hipótesis que el pasaje del primer tipo de vivienda (rural) hacia el segundo tipo (nucleada) implica para los trabajadores rurales un conjunto de sacrificios, que se yuxtaponen a los beneficios y mejoras que también supone la transición, y que hacen de ella una experiencia compleja y con matices, que no puede reducirse únicamente a la mejora en los niveles de vida de esa población.

Las perspectivas teóricas críticas asumidas para la investigación exigieron una decisión metodológica capaz de recuperar las valoraciones de quienes efectivamente habitan en esas viviendas, como contrapunto a las voces “expertas” que suelen protagonizar las evaluaciones acerca de ellas. De allí que se optó por una metodología de tipo cualitativo, centrada en la técnica de la entrevista en profundidad. Esta técnica tiene la potencialidad de generar conversaciones en marcos de confianza (Carmona et al., 2007) que permiten trascender, aunque sea parcial y momentáneamente, las construcciones instituidas del discurso social, y acceder así a los pliegues, los bemoles, los intersticios de los fenómenos estudiados.

Se definió como población objetivo las personas adjudicatarias de viviendas nucleadas de Mevir que hayan habitado anteriormente en viviendas rurales. Debido a que el objetivo de investigación requiere un análisis en profundidad, se realizaron recortes en el objeto para viabilizar el trabajo investigativo:

Recorte espacial. En función de las restricciones económicas de la investigación (no se contó con financiamiento específico), se debía elegir una zona accesible donde residiera la población objetivo. De las opciones posibles, se seleccionó la región del Santoral, del departamento de Canelones (Figura 2), ya que las intervenciones nucleadas de Mevir en esa región son en su mayoría recientes, y existen incluso algunas viviendas rurales en pie. Esta cercanía temporal del proceso de transición de la vivienda rural a la nucleada de Mevir favorece el recuerdo de cómo las personas la experimentaron, lo que permite su recuperación y su análisis.

Figura 2

Microrregiones de Canelones

2594-0198-rvcs-14-87-gf2.gif

Nota. La zona del Santoral es la M2, que abarca los municipios de San Antonio, San Bautista, San Ramón y Santa Rosa. Fuente: Sitio web de la intendencia de Canelones.

Recorte temporal. Debido a que la transición de la vivienda rural a la nucleada de Mevir en la zona de estudio se produjo durante la década de los noventa, el período que abarca esta investigación va desde la década de los sesenta hasta hoy, incluyendo la época en que las personas entrevistadas habitaban en viviendas rurales, la transición y la actualidad.

Luego de realizar los recortes analíticos sobre el universo de estudio, se procedió a un muestreo intencionado de personas a entrevistar. La primera selección fue a partir de contactos previos; posteriormente se procedió con la técnica de muestreo nominado, o “bola de nieve”, que consiste en pedir a los entrevistados que recomienden a nuevos participantes (Crespo y Salamanca, 2007).

En una segunda etapa del trabajo de campo se entrevistó a personas que, teniendo la posibilidad de acceder (o al menos postular) a una vivienda nucleada de Mevir, decidieron no hacerlo y permanecer en sus viviendas rurales. Esto no solo enriqueció el análisis, al ofrecer una visión elaborada sobre los efectos de Mevir anticipados por estas personas, también su consideración en la muestra permitió contar con un grupo de control a través del cual se conjurara el riesgo de generar interpretaciones espurias o confusiones (como atribuirle a Mevir un efecto que en realidad tuviera que ver con otros elementos vinculados al contexto rural).

La organización de la entrevista fue planteada en dos partes: la primera sobre la experiencia en la vivienda rural, y la segunda sobre la experiencia en la vivienda social. Ambas partes tienen un núcleo común de variables de análisis, ya que parte del estudio de la transición de una vivienda a la otra implicó una comparación entre ambas (Tabla 1).

Tabla 1

Categorías, dimensiones y variables de análisis consideradas en la pauta de entrevista

Dimensión Variables
Vivienda rural Materialidad Materiales constructivos, forma de acceso
Construcción Técnicas, constructores, plazos
Emplazamiento Ubicación del terreno, implantación de la vivienda, acceso a servicios
Funcionalidad Cantidad de espacios, distribución, usos
Producción Tipos y especies (vegetales y animales), espacios destinados a la producción
Trabajo Autoabastecimiento, trabajo asalariado
Enfermedades Chagas
Materialidad Materiales constructivos, forma de acceso
Vivienda social Construcción Técnicas, constructores, plazos
Emplazamiento Ubicación del terreno, implantación de la vivienda, acceso a servicios
Funcionalidad Cantidad de espacios, distribución, usos
Producción Tipos y especies (vegetales y animales), espacios destinados a la producción
Trabajo Autoabastecimiento, trabajo asalariado
Enfermedades Chagas
Transición Cambios percibidos, beneficios, sacrificios, valoración de esos cambios

[i] Fuente: Elaboración propia basada en el marco teórico presentado en esta investigación.

El corpus de análisis estuvo compuesto por entrevistas realizadas a nueve personas que pasaron de viviendas rurales a viviendas nucleadas de Mevir (entrevistas tipo 1) y cinco personas que permanecieron en sus viviendas rurales (entrevistas tipo 2)9 (Tabla 2). Estas entrevistas fueron realizadas entre 2020 y 2022, de manera presencial, en las propias viviendas de las personas entrevistadas. El contexto de la pandemia supuso serias dificultades, al restringir la cantidad de entrevistas planificadas originalmente, de manera que este período terminó por constituirse como una primera etapa de la investigación que, si bien reviste un carácter exploratorio, el material elaborado en ella admite un corte parcial para realizar el análisis y ajustar el procedimiento para una próxima etapa de profundización de la investigación.

Tabla 2

Entrevistas realizadas

Fecha Tipo de entrevistado/a Seudónimo
Septiembre 2020 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1A
Septiembre 2020 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1B
Octubre 2020 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1C
Octubre 2020 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1D
Octubre 2020 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1E
Noviembre 2020 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1F
Abril 2022 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1G
Mayo 2022 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1H
Mayo 2022 Tipo1 - Habitante Vivienda Mevir Nucleada Tipo1I
Julio 2022 Tipo2 - Habitante Vivienda Rural Dispersa Tipo2A
Julio 2022 Tipo2 - Habitante Vivienda Rural Dispersa Tipo2B
Abril 2022 Tipo2 - Habitante Vivienda Rural Dispersa Tipo2C
Noviembre 2022 Tipo2 - Habitante Vivienda Rural Dispersa Tipo2D
Noviembre 2022 Tipo2 - Habitante Vivienda Rural Dispersa Tipo2E

[i] Fuente: Elaboración propia.

Por último, es importante realizar dos aclaraciones. Por un lado, que este tipo de estudios supone el análisis de múltiples fuentes de información y, en ese sentido, si bien este artículo prioriza las entrevistas en profundidad a la población delimitada, en otros trabajos se realizaron análisis de fuentes históricas y documentación pública, así como entrevistas a funcionarios de Mevir y otros actores relevantes, cuyas conclusiones serán integradas al análisis cada vez que sea relevante. Por otro lado, que no existe pretensión ni posibilidad de universalizar los resultados obtenidos, pues el énfasis está en la profundización y no en la generalización de sus resultados. En todo caso, las generalizaciones posibles son a proposiciones teóricas y no a poblaciones o universos, lo que otorga la posibilidad de expandir teorías (Yin, 2007).

Resultados

VIVIENDA RURAL

El total de las personas entrevistadas en este tipo de viviendas manifiesta que los materiales de construcción más utilizados fueron principalmente madera, caña, tierra y paja, y argumentan esa elección por su disponibilidad en el entorno inmediato, sin necesidad de un pago en dinero por ellos. Inclusive, una de ellas explicó que algunas especies vegetales eran plantadas específicamente con un fin constructivo; por ejemplo “la caña y los eucaliptus [que] estaban todos pensados para la construcción” (entrevistada Tipo1E, comunicación personal,10 octubre 2020). También mencionan la compra complementaria de materiales industriales, como chapas, clavos y alambres. La presencia de este último tipo de materiales adquiere mayor relevancia en el caso de las personas entrevistadas que permanecen en sus viviendas rurales, que agregan el cemento Portland para el revoque de las paredes de barro.

La construcción de las viviendas se realizó de manera colectiva, principalmente entre integrantes de la familia ampliada, incluyendo a veces vecinos y amistades. Era una participación no remunerada, excepto para la función del techado, que en algunas ocasiones fue por contrato. Los criterios para la elección del momento de la construcción fueron variados: en el verano, para que seque mejor el material; en invierno, para hacer mejor el barro; en los momentos de menor trabajo en la chacra, en paralelo con él. Todas las personas entrevistadas resaltan el mantenimiento permanente que exige este tipo de construcciones, aunque varían las percepciones respecto del peso que supone esta tarea. Para quienes decidieron permanecer en sus viviendas rurales, la tarea de mantenimiento se ve disminuida principalmente a partir de la incorporación de los revoques de cemento: “mantenimiento no precisa nada, un poco de pintura nomás…, la pared es de barro y el revoque es de Portland, se conservan lindo” (entrevistado Tipo2B, c.p., julio 2022).

Respecto del emplazamiento de la vivienda rural -específicamente de la propiedad del terreno donde se asentaba-, se observa una marcada distinción entre los dos tipos de entrevistados: quienes accedieron a una vivienda de Mevir no tenían en su mayoría propiedad del terreno donde se asentaba la vivienda rural, mientras que entre quienes decidieron permanecer prevalece la propiedad de la tierra (Figura 4).

Figura 3

Vivienda rural en pie

2594-0198-rvcs-14-87-gf3.gif

Nota. Vivienda rural actualmente en uso donde se observa la presencia de paja, caña, chapa y revoque de cemento (detrás del cemento la pared es de barro). Fuente: Elaboración propia.

Figura 4

Galpón y pozo de agua

2594-0198-rvcs-14-87-gf4.gif

Nota. Galpón de chapa y pozo de agua en desuso en el terreno donde vivía anteriormente una de las entrevistadas que habita en una vivienda Mevir de San Antonio. Fuente: Elaboración propia.

Gráfico 1

Propiedad de la tierra según tipo de entrevistado/a

2594-0198-rvcs-14-87-gch1.gif

Fuente: Elaboración propia.

Además, las personas entrevistadas destacan positivamente la cercanía de la vivienda rural respecto de escuelas rurales y de cursos de agua, como tajamares, cañadas y manantiales, puesto que son fuentes de abastecimiento complementarias al pozo de agua y al aljibe. En relación con los servicios, no había luz eléctrica, por lo que utilizaban faroles de querosén y velas para la iluminación. Para la cocina y la calefacción utilizaban ramas y leña disponibles en el entorno, aunque todos destacan que la calefacción no era primordial, dado que, por las características de la construcción, “el rancho de barro y techo de paja es el más fresquito de todos en el verano y en el invierno calentito” (entrevistado Tipo1C, c.p., octubre 2020). Para quienes permanecieron en sus viviendas rurales, la principal diferencia es que actualmente acceden a energía eléctrica y agua provista por el Estado, aunque preservan también el uso de pozos de agua.

En todos los casos observados, se identifica la existencia de espacios de uso tanto residencial como productivo: piezas para dormir, cocinas, corredores, galpones para las carneas, ranchos para almacenamiento de verduras, galpones para bueyes, ranchos para caballos, corrales, chiqueros para cerdos. Los espacios productivos se encontraban separados de los otros y dispersos en el terreno, mientras que los espacios residenciales podían estar todos unidos en un solo bloque o también dispersos. La mayoría de los entrevistados destaca la amplitud de los espacios de la vivienda rural, principalmente la cocina y los dormitorios. En relación con el mobiliario, los pozos de agua mencionados anteriormente, así como las cocinas a leña, constituyen elementos importantes del paisaje. En el caso de las personas que permanecieron en sus viviendas rurales, conservan esta multiplicidad de espacios construidos en el terreno.

Todas las personas entrevistadas desarrollaban, en el mismo terreno donde se situaba la vivienda rural, actividades productivas de pequeña escala vinculadas a la agricultura (alfalfa, boniato, zapallo, maíz, trigo, ajo, cebolla, paja escoba, morrón) y a la ganadería (cerdos, vacas, gallinas ponedoras, abejas). Esas producciones eran principalmente para el autoabastecimiento y, si había excedente, se comercializaba en el Mercado Modelo. En algunos casos, había intercambios o donaciones de alimentos entre los propios vecinos u otros actores de la zona: “verdura no [producíamos] porque siempre traíamos de la maestra de la escuela, era una escuela granja donde plantábamos verduras, y había un ciruelo, de todo, todo lo que había a los niños más pobres qué íbamos nos daban verdura como ayuda” (entrevistada Tipo1C, c.p., octubre 2020).

En términos generales, el trabajo en la chacra es percibido por los entrevistados como una actividad sacrificada “de sol a sol”, aunque valorada por la seguridad alimentaria que garantiza:

en el campo no pasas mal nunca, con una planta de verduras, animales, gallinas, y si tenés vacas ordeñas vacas, haces el queso, todo, nosotros hicimos eso, ahí pasamos bien, tenés todo ahí, hacíamos queso, manteca, todo hacíamos ahí (entrevistada Tipo1C, c.p., octubre 2020).

Otra valoración de la producción rural tiene que ver con las tramas comunitarias donde se inserta: “antes se pasaba más trabajo, sí, pero era más sano, nos conocíamos todos, ya si había una carnea venían tres o cuatro vecinos a ayudar” (entrevistado Tipo1H, c.p., mayo 2022). Suplido así el consumo familiar, solo algunos alimentos se compraban, como la yerba y el azúcar. En relación con esto, los entrevistados destacan la estabilidad de los precios y las relaciones de confianza con los proveedores, y ambas condiciones permitían “sacar fiado” y pagar después de la cosecha.

Como complemento a la producción en la chacra, algunos entrevistados trabajaban también de manera asalariada para otros productores, en tambos o criadero de gallinas, así como en actividades domésticas (en este último caso se trataba solo de mujeres). Aquellos que permanecen en sus viviendas rurales conservan el esquema de combinación de doble tipo de trabajo (autoproducción y asalariado), así como el tipo de alimentos producidos.11

Finalmente, en relación con las enfermedades asociadas a la vivienda rural, principalmente el mal de Chagas, ninguna de las personas entrevistadas manifestó haber padecido esa enfermedad ni conocer gente cercana afectada por ella.

VIVIENDA SOCIAL

Las viviendas provistas por Mevir son principalmente de pared de ladrillo y techo de chapa con cielorraso de plástico. Todas las personas entrevistadas manifiestan conformidad con ese tipo de materiales, sea por la menor carga de mantenimiento que suponen, sea por la mejora simbólica que les atribuyen: “con el ladrillo cocido era como que entrábamos a ser un poquito más modernos, yo qué sé” (entrevistada Tipo1E, c.p., octubre 2020). Sin embargo, todos resaltan la menor prestación térmica que ofrecen en comparación con las viviendas rurales.

Figura 5

Vivienda Mevir

2594-0198-rvcs-14-87-gf5.gif

Nota. Vivienda Mevir en un núcleo de San Ramón. Fuente: Elaboración propia.

El método de construcción fue colectivo, encuadrado en la figura de la ayuda mutua que impone Mevir como condición de acceso a la vivienda. Las horas de ayuda mutua fueron aportadas principalmente por los integrantes del grupo familiar (siempre que fueran mayores de edad), incluyendo a veces miembros de la familia ampliada. Vale señalar que, a pesar de esa colaboración, en la mayoría de los casos estudiados, por lo menos algún integrante del núcleo familiar debió abandonar su empleo o sostener jornadas de doble trabajo, en condiciones de sobrecarga física y emocional, para garantizar las horas de participación en la construcción exigidas por Mevir. Por ejemplo, una de las entrevistadas relató que

yo me venía a Mevir los domingos, y tenía que venir porque si no hacía las horas..., eso de las horas era horrible, tenías que hacerlo o hacerlo, no había nada de piedad ahí, tenías que trabajar nomás y hacer las horas (entrevistada Tipo1C, c.p., octubre 2020).

Las viviendas nucleadas de Mevir se ubican en las periferias de las pequeñas localidades urbanas, en terrenos adquiridos por el organismo, por compra o por donación, que luego del pago total de las cuotas se adjudican a las familias junto con las viviendas. En relación con este aspecto, los entrevistados valoran positivamente obtener la propiedad del terreno y de la vivienda social, no solo por la seguridad que para ellos representa esta tenencia, sino también por el ahorro del gasto de alquiler. Sin embargo, señalan que, a pesar de considerar a Mevir como la única forma posible de acceder a una vivienda propia, el esfuerzo económico que supone es grande: “yo no he podido terminar de pagar, es una miseria lo que se paga, si vas a pagar un alquiler no pagas ni un cuarto con esta plata, pero una estando sola se complica, no tenés otra entrada, y la jubilación tan baja” (entrevistada Tipo1C, c.p., octubre 2020). Inclusive, algunos entrevistados explicaron que debieron endeudarse para afrontar el pago de la cuota. En esa misma línea, una de las entrevistadas que decidió permanecer en su vivienda rural expresó que “son 500 o 600 pesos, no sé, pagan muy poco el núcleo, pero no te da, porque la luz, el pago de Mevir, el agua, se te van sumando” (entrevistada Tipo2D, c.p., noviembre 2022).

Otro aspecto valorado por algunos entrevistados es la cercanía a los servicios de salud: “ahora, acá, personas como nosotros de edad tenemos el sanatorio cerquita, estamos con la familia que la que no es doctora es enfermera, es otra cosa” (entrevistada Tipo1I, c.p., mayo 2022). Acerca de los servicios, el acceso al agua y a la red eléctrica es valorado positivamente, e incluso señalado como una de las mejoras definitivas que conlleva la vivienda social, aunque también subrayan los entrevistados que el pago de esos servicios representa una presión financiera significativa para sus economías familiares.

La inexistencia de espacios productivos en la vivienda social es uno de los aspectos más destacados por los entrevistados en relación con su funcionalidad. El diseño de la vivienda nucleada de Mevir, proceso del cual no está habilitada la participación de sus futuros habitantes, incluye únicamente espacios de uso residencial. Solo algunos de los entrevistados han desarrollado estrategias de apropiación y transformación del espacio a partir de, por ejemplo, la realización de pequeñas huertas en los patios:

al principio cuando nos entregaron la casa lo primero que hicimos fue la quinta, porque gracias a Dios nos tocaron solares grandes, porque una hija mía tiene solar [también en una casa Mevir] pero es muy pequeño y pegado una casa con la otra (entrevistada Tipo1E, c.p., octubre 2020).

Sin embargo, galpones o alambrados, que requieren una inversión mayor, no lograron ser concretados, aunque la mayoría manifestó la voluntad de hacerlo, por no poder afrontar el gasto por medios propios (y no contar con apoyo financiero de Mevir para ese fin), y por el tamaño reducido de los terrenos. Tampoco tener animales es una posibilidad:

el gurí mío ha traído animales, mirá, compró una oveja, la trajo, y es para problemas con los vecinos, después se compró un caballo, ¿y dónde vas a tener un caballo? el pasto se lo come en tres días, trajo gallinas, le duraron tres días, las agarraron los perros de los vecinos y las hicieron pelota, trajo pato, conejo, de todo trajo (entrevistado Tipo1F, c.p., noviembre 2020).

La anticipación respecto de esta dificultad de sostener la producción rural es aludida por una de las entrevistadas, que decidió permanecer en su vivienda rural:

por más que te jubiles y te quedes con un pedazo de tierra, vos te crías el chancho y la vaca, te crías gallina, te crías pollo, plantas dos surcos de boniatos, dos surcos de papas, unos morrones y tenés todo, todo, tenés la heladera, tenés la comida, tenés la luz, tenés todo, pero el problema que te vas para el pueblo y estás en el pueblo… la gente del campo está acostumbrada a ser muy solidaria (entrevistada Tipo2E, c.p., noviembre 2022).

El tamaño reducido del espacio exterior no solo afecta las condiciones para desarrollar actividades productivas sino también otros aspectos de la experiencia de habitar la vivienda social:

yo me llevo bien con todos los vecinos, pero a uno criado en la campaña, salir y toparte con la casa del otro vecino, un terreno que pertenece a otro, yo qué sé…, para mí no es como en la campaña que tenés un árbol donde vos quieras, tenés una gallina suelta, tenés un chancho suelto, los perros andan sueltos…, lo que más extraño es andar a caballo, recorrer los campos, se extraña mucho eso…, hasta la puesta de sol es distinta en el campo (entrevistado Tipo1F, c.p., noviembre 2020).

Una de las entrevistadas, que permaneció en su vivienda rural, expresó al respecto que:

yo siempre digo: juntos pero no entreverados. Y en el Mevir del pueblo están así, entreverados. Te reís acá y lo siente el otro, y el productor no está acostumbrado a eso. Y vos te juntas con un asalariado, con uno del pueblo que le dieron, con el mecánico que le dieron, con la maestra, y vos quedás como sapo de otro pozo…, los llevás para el pueblo y no viven bien (entrevistada Tipo2E, c.p., noviembre 2022).

Hacia el interior de la casa, en ocasiones se han refuncionalizado o anexado algunos espacios - principalmente la cocina- para usarlos con fines productivos. Es importante señalar que este tipo de intervenciones no solo no son subsidiadas ni financiadas por Mevir sino que, por contrato, tampoco pueden realizarse hasta que la casa no sea efectivamente de propiedad de la familia, una vez que se termina de pagar todas las cuotas.

La inexistencia de espacios productivos atenta contra la posibilidad de continuar realizando, en la vivienda social, la producción para el autoabastecimiento. Pero esto no es lo único que se ve afectado con la mudanza a la nueva vivienda: el trabajo asalariado se pierde o se torna muy difícil de sostener. Uno de los entrevistados, que trabajaba como asalariado en un campo de producción vitivinícola, comentó que después de mudarse a su vivienda Mevir en el pueblo continuó trabajando en el campo porque “acá en el pueblo no hay prácticamente nada, una changuita muy esporádica” (entrevistado Tipo1B, c.p., septiembre 2020), y asumió por su cuenta los mayores costos y tiempos de traslado que eso supuso. Otra entrevistada, que trabajaba en una avícola, tuvo que dejar ese empleo tras la mudanza:

al principio yo me quedé con el trabajo allá y me venía los fines de semana, después cuando mi hija empezó a venir a la escuela ya era otra cosa, había que estar acá, no me servía viajar, el sueldo no me servía, pasé de trabajar en avícola a ser ama de casa (entrevistada Tipo1A, c.p., septiembre 2020).

Por último, la pregunta por el balance general de la transición de la vivienda rural a la vivienda social es respondida, en todos los casos, de manera positiva, con expresiones como “estoy feliz en esta casa”, “estoy agradecida” o “ahora tenemos comodidades”. Sin embargo, cuatro de los nueve entrevistados que actualmente viven en un núcleo de Mevir expresan que, si hubieran podido acceder a una mejora de sus viviendas rurales, hubieran permanecido en el campo. Las dificultades de esto recaen, según los entrevistados, en el requisito de contar con la propiedad del terreno para solicitar ese tipo de solución habitacional a Mevir, tal como lo resume con claridad uno de los entrevistados: “si yo tuviera campo sí la hacía en mi casa, pero tenés que tener un terreno, si no tenés terreno no tenés más remedio que comprar la casa en el pueblo que ya viene con terreno y todo” (entrevistado Tipo1F, c.p., noviembre 2020).

Es en relación con esta dificultad para permanecer en el campo uno de los entrevistados reflexiona que

había mucha gente, ahora no hay nadie, ahora la campaña está toda despoblada pero antes había un vecino acá, otro vecino allá, y familias, menos de 14 y 15 en cada casa no había, ahora no hay nada, ahora es todo de uno solo (entrevistado Tipo1F, c.p., noviembre 2020).

En esa misma línea, agrega otro entrevistado que “en sí se está despoblando la campaña y lo que van quedando son los grandes” (entrevistado Tipo1B, c.p., septiembre 2020).

Análisis y discusión

La pregunta planteada en la introducción, que busca responder este trabajo, es si la transición de viviendas rurales a viviendas sociales provistas por Mevir constituye, desde el punto de vista de los propios adjudicatarios, una mejora en su calidad de vida. Mientras que las evaluaciones que el mismo organismo realiza acerca de su accionar responden afirmativamente a esa pregunta, los antecedentes teóricos y las perspectivas críticas convocadas para este análisis introducen algunos matices en esa evaluación. En esa línea, en este apartado se contrastarán los resultados obtenidos con los antecedentes teóricos, para afirmar o discutir lo estudiado hasta ahora acerca del tema de la vivienda rural. A su vez, tal como se indicó en el apartado metodológico, en los casos que sea pertinente se traerán a colación resultados de investigaciones propias anteriores acerca de la construcción discursiva de Mevir para que sean pensadas a la luz de los resultados de este trabajo.

GANAR CALIDAD DE VIDA

La primera percepción de los entrevistados acerca de su experiencia de mudarse a una vivienda de Mevir es que, efectivamente, dicha transición mejora sus niveles de vida. Esa mejoría se vincula principalmente a la provisión de energía eléctrica y agua, y a la seguridad que les otorga la propiedad de la vivienda y del terreno y, en menor jerarquía, a la cercanía a la policlínica y al ahorro de trabajo de mantenimiento que suponen los nuevos materiales constructivos.

Es destacable que, si bien estos beneficios son articulados discursivamente, muchas veces desde las nociones de modernidad o progreso (“ahora somos más modernos”, “progresó la cosa”), no incorporan en ningún momento algún componente vinculado a la higiene o a la sanidad, ni siquiera cuando las preguntas de las entrevistas se orientaban directamente a esos asuntos. Si bien algunos autores ya señalaron el uso del higienismo -en tanto discurso legitimado- para solapar otros intereses (Pereyra y Quevedo, 2020; Acosta, 2000), en la narrativa de Mevir fue y sigue siendo uno de los principios fundantes (y aún vigentes) de la institución (Martínez Coenda, 2022).

La irrastreabilidad de elementos higiénicos en los relatos de los entrevistados sugiere que el diagnóstico higienista que produce Mevir sobre la vivienda rural se realiza sobre la base de una simplificación problemática: la asociación total y lineal de la vivienda rural uruguaya con la insalubridad. En todo caso, sin descartar la existencia de posibles problemas higiénicos vinculados a la vivienda rural, es viable plantear que no todas esas viviendas están afectadas por esa problemática. Este desanudamiento entre insalubridad y materiales naturales fue planteado ya en estudios anteriores en la región (Mandrini et al., 2018; Rolón et al., 2016; Ríos Cabrera et al., 1998), aunque no en Uruguay.

También la asociación entre vivienda rural y pobreza presente en el planteamiento de Mevir parece incurrir en cierta simplificación. Si bien la autoidentificación como “pobres” es rastreable en el discurso de los entrevistados, en numerosas ocasiones dan cuenta de la seguridad, por lo menos en términos alimentarios, de que gozaban cuando vivían en el campo. Esa seguridad es nombrada como “se vivía bien”, “no se pasaba mal”, lo que por lo menos matiza la asimilación automática entre trabajadores rurales que viven en ranchos y pobreza, así como lo muestran otros estudios de la región (Duguine y Rolón, 2021) y del Uruguay (Martínez Coenda, 2022).

En definitiva, si bien en principio hay coincidencia entre la evaluación de Mevir y la percepción de los propios adjudicatarios de las viviendas de que el acceso a la vivienda social significa una mejora en la calidad de vida, se reconocen diferencias en las formas de significar esa mejoría. Estas diferencias se tornan relevantes en al menos un sentido: la percepción de los entrevistados permite recuperar algunos aspectos positivos de la vivienda rural (en un sentido amplio, incorporando su relación con la vida rural) en lugar del planteamiento absolutista de la “erradicación” que descarta todo lo que existía antes de su intervención. Es justamente sobre el argumento higienista que se construye la erradicación como solución -tal como lo estudió Sesma (2021) para un caso argentino- y que se impone el sacrificio total de un modo de ser (Romero Losacco, 2018) para acceder a una política de inclusión habitacional.

Ejemplos de la preservación de algunos aspectos de la vivienda rural se hallan en los relatos de los entrevistados que decidieron permanecer en el campo. Por caso, la incorporación de revoques de cemento Portland a las paredes de barro para disminuir la carga de mantenimiento de la construcción -aspecto muy valorado por quienes traicionaron a viviendas de Mevir-, solución que no descarta las existencias anteriores, sino las mejora. Experiencias similares de mejoramiento de viviendas rurales, como contracara a las propuestas de erradicación, fueron relevadas por Ríos Cabrera et al. (1998).

Ahora bien, más allá de las diferentes formas de significar la mejoría en la calidad de vida que supone la vivienda social por parte de Mevir y por parte de los adjudicatarios de la vivienda, emergieron también, en el devenir de las conversaciones, otras formas de experimentar esa transición que no se ajustan a la idea de “mejoría”. Por los objetivos de este trabajo, me interesa focalizarme en aquellos relatos que evocan alguna pérdida o sacrificio, puesto que, como se planteó en los antecedentes, no existen muchos estudios que recuperen el lado sacrificial de las intervenciones de Mevir, y ninguno que se focalice en la transición de la vivienda rural a la social. Con fines analíticos, organicé esos sacrificios relevados en los resultados en tres ejes: trabajo, ingresos y espacios.

PERDER TRABAJO

Tal como se expuso, una característica de la vivienda rural es la múltiple funcionalidad de sus espacios, por ser al mismo tiempo unidad de habitación y de producción (Pastor, 2000; Tomasi, 2021). Todas las personas entrevistadas se dedicaban a la producción de la tierra: huertas, corrales, chiqueros, pozos de agua y hornos de barro formaban parte de la constelación de dispositivos que las familias empleaban para producir alimentos, en espacios interiores o exteriores de la casa, de modo que disponer de espacios para estas actividades en la nueva vivienda era un aspecto relevante para estas familias. Sin embargo, la mudanza a la vivienda de Mevir en el pueblo, por su menor tamaño y por su diseño que no considera esta particular plurifuncionalidad de la vivienda rural, dificultó la continuidad de las tareas de producción para el autoabastecimiento, aspecto ya reconocido en estudios sobre otras políticas de vivienda rural de la región (Carvalho et al. 2016) y en Uruguay (Venturini, 2017). Es decir, perder espacios significó también perder trabajo.

Es cierto que el Plan de Viviendas Nucleadas de Mevir está orientado a asalariados rurales, razón por la cual el diseño de la vivienda no considera espacios productivos, como sí lo hacen otros programas orientados a pequeños productores. No obstante, también es cierto que, por las particularidades de la ruralidad uruguaya explicadas en al apartado teórico (Oyhantçabal, 2013), los asalariados rurales son muchas veces, al mismo tiempo, pequeños productores. De allí que, en ciertas formas de organización familiar -como las identificadas en las entrevistas realizadas-, el trabajo de la tierra para el autoabastecimiento representa un ingreso indirecto sustantivo y complementario al salario monetario, asunto que no fue atendido por la política de Mevir.

Esta pérdida que trajo consigo la mudanza a la vivienda Mevir fue, en algunos casos, parcialmente compensada a partir de estrategias de apropiación y transformación del espacio, llevadas a cabo por los adjudicatarios. Sin embargo, las nuevas condiciones de la vivienda social dificultaron recrear las estrategias de producción y organización del espacio que se daban en la vivienda rural (Lenzi, 2017; Carvalho et al., 2016): las técnicas constructivas de las viviendas de Mevir no forman parte del acervo de conocimientos constructivos de los trabajadores rurales, los materiales empleados no están disponibles en el entorno inmediato, el tamaño del terreno no es suficiente para incorporar nuevos espacios, y no existe financiamiento por parte de Mevir u otra institución para resolver estas dificultades.

Así como las condiciones para desarrollar la producción para el autoabastecimiento se ven afectadas con el acceso a la vivienda social, también el trabajo asalariado se pierde o se torna muy difícil de sostener, principalmente debido a las mayores distancias y, por ende, el incremento de los costos de traslado hacia el lugar de trabajo. La variable “distancia con el lugar de trabajo” no solo no es considerada por Mevir, sino tampoco suele ser incluida en los estudios de vivienda rural, debido al predominio de la figura del campesinado que no se dedica al trabajo asalariado. Sin embargo, la emergencia de esta variable y la jerarquía otorgada a ella por los entrevistados indican la relevancia de incorporarla en las discusiones del campo de estudios de la vivienda rural.

Las dificultades para sostener ambos tipos de trabajo -autoproducción y asalariado- cuando se accede a la vivienda social no se verifica en las entrevistas realizadas a las personas que decidieron permanecer en el campo. Como se mostró en los resultados, una variable determinante para permanecer o no en el medio rural es la propiedad de la tierra. Numerosos son los trabajos que estudian la desposesión de tierras efectuada sobre poblaciones rurales (Piñeiro, 2010; Oyhantçabal et al., 2014), aunque ninguna profundiza en la función que desempeñan las políticas de vivienda social rural en ese fenómeno, lo cual constituye una línea de indagación relevante para el campo de estudios.

PERDER INGRESOS

El trabajo, sea asalariado, sea por autoproducción, representa una fuente de ingresos directos e indirectos, respectivamente. Como se planteó, la mudanza al pueblo trajo consigo dificultades laborales que redundaron en pérdida de ingresos. Pero esa no es la única vía de perder ingresos, también lo es agregar nuevos gastos a la economía familiar.

En el contexto de las dificultades laborales previamente reseñado, el pago de la cuota de la vivienda Mevir se torna de difícil cumplimiento. Por otro lado, las nuevas viviendas acarrean nuevos consumos. La provisión de energía eléctrica y agua, a la vez que es altamente valorada por las personas entrevistadas, implica un esfuerzo económico que agrava aún más la presión financiera. Si bien hay algunos apoyos estatales para reducir dicha presión, son de difícil acceso y no alcanzan a cubrir a la población que necesita tal apoyo.

Los efectos financieros en las economías domésticas que implica el acceso a la vivienda social es un aspecto parcialmente atendido por Mevir (a través de la articulación con políticas como “Canasta de servicios”, que busca disminuir la carga del pago de servicios en la población de menores ingresos), pero está prácticamente ausente en las investigaciones sobre vivienda social rural. Por sus consecuencias en los efectivos grados de desmercantilización -aspecto crucial en los estudios de vivienda social-, no solo del acceso sino también del mantenimiento de la vivienda, sería relevante incorporarlo a los estudios sobre el tema.

Perder espacios

Además de la pérdida de espacios de uso productivo mencionada más arriba, la pérdida de espacios de uso recreativo o residencial -que en las viviendas rurales se caracterizaban por su amplitud y su cercanía con la naturaleza (Carvalho et al., 2016)-, también es experimentada por los entrevistados como sacrificios que impone la vida en el pueblo. Esa naturaleza se representa en términos espaciales como un lugar donde se puede estar “suelto”, en palabras de los propios entrevistados. Este aspecto, que es relevante para el bienestar de los habitantes de la vivienda, si bien no es considerado por Mevir, se aborda en estudios sobre vivienda rural que recalan no solo en sus funciones residenciales y productivas, sino también en las recreativas (Fals Borda, 1963), comunitarias (Vanoli y Mandrini, 2021) y religiosas (Pastor, 2000).

A su vez, esa amplitud de los espacios externos tenía su correlato en el interior de las viviendas rurales, y también representa una pérdida asociada a la mudanza a la vivienda social: en las entrevistas se manifiesta que las viviendas de Mevir no responden al tamaño deseado, e incluso que sus espacios son más pequeños que los de sus antiguas viviendas rurales.12 Igualmente, es preciso realizar una puntualización en relación con este tema: esas viviendas rurales de amplios espacios estaban superpobladas, de manera que, paradójicamente, la vivienda Mevir de pequeñas dimensiones vino a resolver el problema del hacinamiento y, simultáneamente, del deseo de independización de las personas entrevistadas respecto de la vivienda de sus padres y madres.

Pero los espacios familiares o “privados”, no fueron los únicos afectados. Junto con las viviendas rurales han desaparecido también algunos de los ámbitos de socialización más característicos del campo. Tal como fue señalado por Piñeiro y Moraes (2008), en la medida en que los vínculos sociales comienzan a ser establecidos en los pueblos y ciudades del interior uruguayo, desaparecieron del campo los boliches de campaña (o almacén de ramos generales), los bailes de las escuelas, las ferias ganaderas y la socialización que ellas ofrecían. En las entrevistas realizadas, aunque los boliches de campaña y las festividades religiosas se rememoran con nostalgia, también se valora la creación de nuevos ámbitos sociales en el pueblo, vinculados a alguna actividad militante o de recreación.

Figura 6

“No mires mi progreso, mirá mi sacrificio”

2594-0198-rvcs-14-87-gf6.gif

Nota. Imagen expuesta en la muestra “Asalariados rurales de Canelones”, de la Fiesta de la Chacra 2022. Fuente: Elaboración propia.

Conclusiones

El análisis de los resultados obtenidos da cuenta, por un lado, de que existe una coincidencia en la evaluación, tanto de Mevir como de los propios adjudicatarios de la vivienda, de que la transición de la vivienda rural a la vivienda social representa, en principio, una mejoría en los niveles de vida, aunque la forma de significar esa mejoría difiera entre ambos actores. El debilitamiento del argumento higienista que produce la incorporación del punto de vista de los adjudicatarios de la vivienda social desestabiliza uno de los pilares fundacionales de la política de Mevir, y pone en entredicho la idea de “erradicación” que esta sostiene.

Por otro lado, los resultados evidencian la existencia de aspectos sacrificiales en la experiencia de pasar de una vivienda rural a una vivienda de Mevir. Si bien esos aspectos no parecen ser determinantes, tal como demuestra el hecho de que todas las personas entrevistadas ratifican la decisión de mudarse a una vivienda Mevir, eso no invalida la importancia de indagar en ellos y comprender así su naturaleza y su composición. No solo porque esa comprensión permitirá ajustar definiciones conceptuales acerca de la vivienda rural (relevancia teórica del tema), sino también porque permitiría mejorar las regulaciones públicas que intervienen en esa materia (relevancia política del tema).

Más allá de que, como fue dicho, la existencia de esos sacrificios no parece torcer de manera significativa la decisión y el deseo de las personas de acceder a una vivienda Mevir, su reconocimiento permite al menos relativizar la idea de que el principal efecto de Mevir es una mejora en la calidad de la vida de esas personas. En función de los resultados de esta investigación, sería más pertinente afirmar que la mejora es observable en algunas condiciones de la vivienda, en una simplificación de ciertos aspectos de la dinámica familiar, pero con una profunda afectación de la situación laboral, económica y financiera de las familias. Esto tensiona la función central de la vivienda social provista por el Estado: garantizar derechos y asegurar las condiciones de reproducción social.

Los sacrificios revelados -organizados analíticamente en laborales, financieros y espaciales- evidencian que el programa de viviendas nucleadas parece incurrir en un error de definición de su población objetivo (los asalariados rurales), al no considerar su imbricada relación con la autoproducción. Este error se agrava por el predominio de una perspectiva viviendista, que ofrece una solución habitacional desconocedora de la trama donde la vivienda se inserta. Perspectivas teóricas críticas de las políticas de inclusión social de la región realizan una lectura política de este tipo de “errores”, y denuncian sus graves efectos en relación con la pérdida de un sistema de conocimientos contrahegemónicos -en este caso asociados a la vivienda rural (Mandrini et al., 2018)- y, con ello, el debilitamiento de una potencia política disruptiva -o una “productividad política” (Gago, 2014, p. 288)- que se aloja en esos conocimientos.

Referencias

1 

Acosta, L. (2000). La mediación del “higienismo” en la génesis del Servicio Social en el Uruguay. Escuela de Trabajo Social de Costa Rica.

2 

Bengoa, J. (1987). Pobladores rurales y vivienda rural. EURE, 13.

3 

Boils Morales, G. (2003). Las viviendas en el ámbito rural. Notas, Revista de información y análisis, 23, 42-53.

4 

Cabrera, M. (2015). Mevir como política social de vivienda [Tesis de licenciatura]. Udelar, Uruguay. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/21881

5 

Carvalho, A., Paula, N. y Pereira, D. (2016). Programa Nacional de Habitação Rural e modo de morar no campo: reflexões a partir da casa rural na Zona da Mata mineira. Habitat no Campo, nas Águas e nas Florestas, 17, 1-10. Disponible en: doi: https://doi.org/10.18830/issn.1679-0944.n17.2016.03

6 

Cardozo de León, J. (2014). Impacto del acceso a la vivienda en el modo de vida de la familia rural [Tesis de licenciatura]. Udelar, Uruguay. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/21822

7 

Carmona, C. y De Flores, S. (2007). Implicaciones conceptuales y metodológicas en la aplicación de la entrevista en profundidad. Laurus, 13(23), 249-262. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/761/76102313.pdf

8 

Castelli, L. (2017). Una etnografía de Pueblo Gallinal [Tesis de maestría]. Udelar, Uruguay. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/30996

9 

Chiarino, J. y Saralegui, M. (1944). Detrás de la ciudad: ensayo de síntesis de los olvidados problemas campesinos. Impresora Uruguaya.

10 

Crespo, C. y Salamanca, A. (2007). El muestreo en la investigación cualitativa. NURE, (27). Disponible en: https://www.nureinvestigacion.es/OJS/index.php/nure/article/view/340

11 

Dalmas, M. (2004). Vivienda y trabajo: determinaciones y relaciones mutuas en el medio rural [Tesis de licenciatura]. Udelar, Uruguay. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/18547

12 

Duguine, L. y Rolón, G. (2021). Territorio, vivienda y trabajo en el establecimiento de colonias agrícolas en Olavarría (Buenos Aires, siglo XIX). Primeros ensayos de política social en la producción del hábitat rural. Registros, 17(2), 4-19. Disponible en: https://revistasfaud.mdp.edu.ar/registros/article/view/554

13 

Echeverría, M. (2004). Ascensos y descensos en la vivienda: Mirada desde Medellín. INVI, 19(50), 23-71. Disponible en: https://doi.org/10.5354/0718-8358.2004.62198

14 

Escobar, A. (2014). La invención del desarrollo. Editorial Universidad del Cauca.

15 

Fals Borda, O. (1963). El Brasil: campesinos y vivienda. Facultad de Sociología, Universidad de Colombia.

16 

Gago, V. (2014). La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular. Buenos Aires: Tinta Limón.

17 

__________; Mezzadra, S.; Scolnik, S. y Sztulwark, D. (2014). ¿Hay una nueva forma-Estado? Apuntes latinoamericanos. Utopía y Praxis Latinoamericana, 19 (66), pp. 177-183. Disponible en: https://produccioncientificaluz.org/index.php/utopia/article/view/16311

18 

Garay, A. (2018). Hábitat rural y condiciones de vida en Tucumán. [Tesis de doctorado]. UNT, Argentina. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/78933

19 

García Linera, Álvaro [Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia]. (2016, 1 de junio). Restauración conservadora y nuevas resistencias en Latinoamérica. [Archivo de video]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=-iRjp28fhco&t=1725s

20 

González Claverán, J. (1998). La producción de la vivienda rural. Proceso o problema. Vivienda Popular, 4, 16-19. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/20317

21 

Grosfoguel, R. (2016). Caos sistémico, crisis civilizatoria y proyectos descoloniales: pensar más allá del proceso civilizatorio de la modernidad/colonialidad. Tabula Rasa, (25), 153-174. Disponible en: https://doi.org/10.25058/20112742.79

22 

Gutiérrez, G. (2015). Hábitat, vivienda y cultura campesina. Problemáticas y abordajes en la región sur de Río Negro. En Derecho a la tierra y a la vivienda. CELS, Argentina.

23 

Lenzi, C. (2017). A habitação camponesa no programa MCMVT [Tesis de Maestría]. Instituto de Arquitetura e Urbanismo da Universidade de São Paulo, Brasil (inédita).

24 

Ley 13640. Presupuesto nacional de sueldos gastos e inversiones. Ejercicio 1968-1972. Montevideo, 26 de diciembre de 1967.

25 

Ley 16690. Política social - viviendas. Montevideo, 22 de diciembre de 1994.

26 

López Gallero, Á., Hernández, S., Egaña, A., Schou, I., Speranza, N. y Tiscornia, M. (1998). Mevir: territorio, viviendas y comunidad. Vivienda Popular, 4, 9-13. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/20319

27 

Magri, A. (2015). De José Batlle y Ordóñez a José Mujica. Ideas, debates y políticas de vivienda en Uruguay entre 1900 y 2012. Ediciones Universitarias, Udelar.

28 

Mandrini, M. R. y Cejas, N. (2023). La cocina: espacio de resistencia material y simbólico en el hábitat campesino en F. Vanoli (Comp.) Hábitat rural-campesino: tensiones y disputas en la producción del territorio. Editorial Café de las Ciudades.

29 

Mandrini, M. R., Cejas, N. y Bazán, A. (2018). Erradicación de ranchos ¿Erradicación de saberes? Anales del Instituto de Arte Americano, 48, 83-94.

30 

Martínez Coenda, V. (2021). La vivienda campesina en América Latina: hacia la construcción de una definición integral. Estudios del Hábitat, 19(2), e106. Disponible en: https://doi.org/10.24215/24226483e106

31 

__________ (2022). “Para ver llover desde adentro sin mojarse”. Un análisis de los fundamentos de la política de vivienda rural en Uruguay. Registros, 18(1), 87-105. Disponible en: https://revistasfaud.mdp.edu.ar/registros/article/view/539

32 

Mevir (1983). Informe 1968-1983. Mevir.

33 

__________ (2017). El Hornero. Edición especial 50 años. Mevir.

34 

Mignolo, W. (2017). Colonialidade: o lado mais escuro da modernidade. Revista Brasileira de Ciências Sociais, 32(94), 1-18. Disponible en: https://doi.org/10.17666/329402/2017

35 

Moassab, A., y Vettorazzi, E. (2019). Morar na barranca: habitação, desenvolvimento territorial e tecnologia social na região trinacional. Unila. Disponible en: http://dspace.unila.edu.br/123456789/6142

36 

Moassab, A. y Bastos, T. (s/f). E as varandas? (In) adequação cultural e políticas de habitação a partir do quilombo de Apepu en A. Moassab (Ed.) Nuestro norte sigue siendo el sur: apontamentos para arquiteturas-outras (en prensa).

37 

Olivarez, J. y Rolón, G. (2021). Desterritorialización en políticas de vivienda: el caso del Programa Provincial de Vivienda Rural en Santiago del Estero (Argentina). Huellas, 25(2), 155-174. Disponible en: https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas/article/view/5938

38 

Oyhantçabal, G. (2013). Los tres campos en la cuestión agraria en Uruguay. NERA (22), 82-95. Disponible en: https://doi.org/10.47946/rnera.v0i22.1881

39 

Oyhantçabal, G., Narbondo, I. y Areosa, P. (2014). Acaparamiento de tierras en Uruguay. En 2º Congreso de Ciencias Sociales Agrarias, Salto, Uruguay.

40 

Pastor, G. (2000). Vivienda vernácula del noroeste argentino. El caso de la vivienda rural de Tucumán. Gazeta de Antropología, 16, 1-13.

41 

Pereyra, A. y Quevedo, C. (2020). La impugnación a la vivienda-rancho en la Ciudad de Córdoba (Argentina) entre el siglo XIX y XX. Diálogos. Revista Electrónica de Historia, 21(2). Disponible en: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/dialogos/article/view/41308/42952

42 

Piñeiro, D. (1985). Formas de resistencia de la agricultura familiar: el caso del Noreste de Canelones. Ciesu.

43 

__________ (2010). Concentración y extranjerización de la tierra en el Uruguay. Las agriculturas familiares del MERCOSUR. Trayectorias, amenazas y desafíos, 153-170.

44 

__________ y Moraes, M. I. (2008). Los cambios en la sociedad rural durante el siglo XX. El Uruguay del siglo XX, 3, 105-136.

45 

Ríos Cabrera, L. y Gillnessi, E. (1998). El mejoramiento del hábitat como vía de control de la enfermedad de Chagas. Vivienda Popular, 4, 58-62. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/20310

46 

Rolón, G., Olivarez, J., Dorado, P. y Varela, G. (2016). Las construcciones del espacio domiciliar y peridomiciliar rural como factores de riesgo de la enfermedad de Chagas. Construcción con Tierra, 67-78.

47 

Romero Losacco, J. (2018). La invención de la exclusión. El perro y la rana.

48 

Rotondaro, R., Cecere, M., Castañera, M. y Gürtler, R. (1999). Propuestas para mejorar la vivienda rural en zonas afectadas por el mal de Chagas. Estudios del Hábitat.

49 

Sánchez, A. (2021). De ranchos y casas: perspectivas de personas adultas mayores en el ámbito rural sobre la vivienda tradicional y las construcciones Mevir [Tesis de maestría]. Udelar, Uruguay. Disponible en: https://hdl.handle.net/20.500.12008/32630

50 

Sepúlveda Ocampo, R. y Fernández Wagner, R. (2005). Estudio sobre las políticas nacionales de vivienda popular en Latinoamérica. Centro Cooperativo Sueco.

51 

Sesma, I. (2021). La erradicación del rancho. Cardinalis, 9(16), 110-131. Disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/cardi/article/view/34342

52 

Terra, J. P. (1964). La vivienda rural dispersa. CIDE.

53 

Tomasi, J. (2021). Vivienda rural campesino-indígena. Diccionario del agro iberoamericano. Disponible en: https://www.teseopress.com/diccionarioagro/chapter/vivienda-rural-campesino-indigena-argentina-siglos/

54 

__________ y Barada, J. (diciembre, 2021). Alteridades persistentes: Las construcciones sobre las otredades arquitectónicas en el noroeste argentino. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas.

55 

Vanoli, F. y Mandrini, M. R. (2021). Sustentabilidad y hábitat campesino: abordajes desde la ecología política en el territorio rural de Córdoba, Argentina. Vivienda y Comunidades Sustentables, (9), 77-89. Disponible en: https://doi.org/10.32870/rvcs.v0i9.160

56 

Venturini, P. (2017). Vivienda rural nucleada: espacio doméstico y producción [Tesis de maestría]. Udelar, Uruguay.

57 

Yin, R. (2007). Diseño y métodos: Investigación sobre estudio de casos. SAGE.

Notes

[3] Esta investigación se realizó en el marco de una beca posdoctoral de la Comisión Académica de Posgrado de la Universidad de la República, Uruguay (2020-2022). Una versión preliminar se presentó en el XXIV Congreso Arquisur 2021. Este artículo recoge las devoluciones realizadas en ese encuentro y profundiza el trabajo en términos conceptuales, analíticos y de evidencia empírica. Agradezco a Sofía Vanoli por la lectura atenta de este trabajo, así como por sus comentarios y sugerencias.

[4] Si bien inicialmente la institución buscó una autonomía del aparato estatal, rápidamente fue incorporada al sistema público de vivienda, y se financia principalmente con presupuesto público.

[5] Se entiende por vivienda rural la construida principalmente con materiales naturales (barro y paja). Esta definición se ampliará en el apartado del marco teórico.

[6] Para dimensionar la jerarquía de la política de Mevir en Uruguay, vale señalar que es el segundo programa de vivienda pública en orden de asignación presupuestal (al menos desde 2015 hasta la actualidad), y es el único destinado a la población rural (Oficina de Planeamiento y Presupuesto, 2023).

[7] Si bien recientemente la institución renombró sus planes y este pasó a llamarse “Viviendas en terrenos de Mevir”, coloquialmente sigue siendo nombrado como “Viviendas nucleadas” o, directamente, “Núcleos”.

[8] Cálculo propio hecho al año 2020, sobre la información disponible en http://www.mevir.org.uy/index.php/meviren-el-territorio.

[9] Vale subrayar, en línea con los intereses de este trabajo, que estas autoras se ocupan de analizar los sacrificios que supone acceder a una vivienda Mevir, aunque no lo hagan explícitamente desde esa categoría, a causa del método de la ayuda mutua (Cabrera, 2015), de la postergación de las demandas de los jóvenes (Castelli, 2017), o de las limitaciones que supone para la etapa del envejecimiento (Sánchez, 2021).

[10] Para un desarrollo mayor de la construcción de esta definición integral de vivienda rural ver Martínez Coenda, 2021.

[11] En las tipo 2 se aplicó solo la primera parte de la pauta de la entrevista, ya que no correspondía la parte que se refería a la vivienda social. Además, se incorporó una pregunta sobre los motivos por los cuales decidieron no acceder a una vivienda nucleada de Mevir.

[12] En adelante “comunicación personal” se abreviará como “c.p.”

[13] Solo una de las entrevistadas innovó en términos productivos con la implantación de invernáculos donde produce, por ejemplo, lechuga y acelga.

[14] El espacio de la cocina merece un tratamiento particular, por la centralidad que adquiere en la vivienda rural. La emergencia de las perspectivas feministas en los estudios sociales rurales ha puesto de relieve particularmente este tema (Mandrini y Cejas, 2023).